El Espíritu de Verdad

Pero cuando Él, el Espíritu de verdad venga, los guiará a toda la verdad, porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y les hará saber lo que habrá de venir. Juan 16:13

La mentira no es inofensiva. Hay terribles mentiras en lo profundo de nuestras mentes y corazones. Una mentira puede someter a una persona a esclavitud emocional, puede destruir un matrimonio, puede sembrar rencor en el corazón, nublar el entendimiento, someter a sufrimiento, depresión, y ansiedad. La mentira es mortal.

Jesús es la Verdad en persona, el Espíritu Santo es el Espíritu de verdad. Mientras que la mentira mata, la verdad vivífica, sana, restaura, protege, y cuida. Al irse, el Espíritu Santo habita en el corazón de todo creyente llevándonos a la verdad, destruyendo las tinieblas de mentira que someten los corazones, confrontándonos con nuestro pecado, pero también guiándonos a la cruz. Tenemos, en nosotros, un guía que nos lleva a la verdad: el Espíritu de verdad.

Oración:
Padre, te adoro porque en ti no hay mentira, engaño, ni error. Te exalto porque tu eres verdadero en todo: tu mente y corazón no sufre de confusión. Perdón porque mi corazón es engañoso, mi mente ama las mentiras que cree, falsedades en las que yo soy bueno y mejor que los demás, en las que tú me debes. Gracias porque tu verdad confronta y sana las mentiras que he adorado. Te pido me liberes de toda confusión. En Cristo, amén.

UN PLAN DE ATAQUE CONTRA LA ANSIEDAD DE DAVID POWLISON

¿Deseas escuchar una buena descripción de lo que sucede con la ansiedad? “Como ciudad sin defensa y sin murallas es quien no sabe dominarse.” Proverbios 25.28. ¿Cómo obtienes control cuando los bárbaros hacen disturbios en las calles de tu mente? Ataques terroristas, bandas de criminales, bombas suicidas, ciudades invadidas, fuego por todas partes, leones en las calles, caos. Tu mente pierde el control. El miedo y ansiedad la conquistan. Nada es seguro, no hay certeza.

La ansiedad es una experiencia humana universal, y necesitas aproximarte a ella con un plan. Nota que esto no es una fórmula. Cuando un entrenador de futbol toma un equipo, él no sabe nada de lo que va a suceder después del silbatazo inicial. Él no sabe cómo va a marchar el juego. Pero él no está desprevenido. El lleva al equipo con un plan de juego, él lleva el juego con una orientación básica.

Quiero darte seis cosas que son como un plan de juego para cuando comiences a preocuparte o a obsesionarte.

Primero, nombra las presiones.

Tú siempre estás preocupado por algo. ¿Qué cosas tienden a engancharte? ¿Qué cosas tienden a preocuparte? ¿Qué “buenas razones” te hacen sentir ansioso? Con frecuencia, el sólo acto de nombrarlas es de mucha ayuda. En la experiencia de ansiedad, estas cosas tal vez sean un millón de cosas. Tú eres como el que hace malabares con platos, les das vueltas y vueltas, vueltas y vueltas. Pero piensa si en realidad haces malabares con sólo seis platos—o tal vez te obsesiones con sólo uno. Esto te ayuda a mencionar una cosa o las seis que mantienes dando vueltas. Las ansiedades se sienten infinitas, pero estas son finitas y específicas.

Segundo, identifica cómo expresas la ansiedad. Reconoce las señales. ¿Cómo se revela la ansiedad en tu vida?

Para algunas personas los sentimientos de pánico les cierran la garganta o solo tienen una vaga inquietud. Un gran paso hacia adelante es cuando te pones de pie y dices, «¡Ajá, una luz roja en el tablero de instrumentos!” En lugar de solamente consentir tus preocupaciones, puedes nombrarlas. Tal vez alguno, con sus pensamientos repetitivos, obsesivos, diga: “Oh, ya es la cuarta vez que he repetido este escenario en mi mente.” Para otros la señal es el enojo. Ellos se vuelven irritados, pero cuando reconsideran, se dan cuenta, “Yo estaba temeroso y preocupado de algo.” Para otras personas, la preocupación se muestra en sus cuerpos (por ej. Dolor de cabeza) o en los remedios baratos que el pecado manufactura para hacerlos sentir mejor (por ej. Engullir nieve o sentir el irresistible deseo de un trago). Reconoce las señales. ¿De qué manera esas cosas pueden ser señales para ti? “Me estoy perdiendo, me estoy olvidando de Dios, mi linterna está débil.”

Tercero, pregúntate a ti mismo, ¿Por qué estoy ansioso?

La preocupación siempre tiene una lógica interna. Las personas ansiosas son hombres de poca fe. Si me he olvidado de Dios, ¿quién o qué es lo que ha cortado a Dios en mi mente y ha comenzado a gobernar en Su lugar? Identifica al secuestrador. La gente ansiosa ha caído en uno de las “varias formas de avaricia.” ¿Qué es lo que deseo, necesito, apetezco, espero, demando, codicio? O, ya que tememos perder las cosas que anhelamos conseguir, ¿qué hace que tenga miedo perderlo o nunca obtenerlo? Identifica las codicias específicas de la carne. La gente ansiosa “busca ganar” los dones más que al Dador. Ellos atesoran sus tesoros en el lugar equivocado. ¿Qué es lo que me preocupa, de manera que lo persigo con todo mi corazón?,¿qué es lo que más amo? Identifica el objeto de tus afectos.

Cuarto, ¿qué buenas razones da Jesús para no preocuparse? ¿Cuáles fueron sus promesas? Recuérdalas y toma en serio sus palabras.

En Mateo 6.25-34 hay siete razones en las palabras de Jesús, siete garantías de Jesús acerca de cómo Dios controla Su universo. Pero destacaré sólo una: “Tu Padre es Dios”, debido a que esta es la mejor de las siete razones. Aunque todas son muy buenas razones. Esto es el por qué Jesús las menciona una por una. Porque somos personas muy sencillas. De todas las razones, para mí, la que más me ha ayudado ha sido: “Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?” Esto me hace reír cuando pienso en esto. ¡Y la ansiedad no puede coexistir con un corazón alegre!

Quinto, ve a tu Padre. Habla con Él.

No es como si tu Padre no se preocupa de las cosas que te preocupan: tus amigos, tu salud, tu dinero, tus hijos, y más cosas. Tu Padre sabe lo que necesitas. Puedes ir a Él con las cosas que te preocupan. Echa tus preocupaciones en Él, porque él se preocupa por ti. Tendrás que dejar tus preocupaciones en Él. ¡Estas están siempre fuera de nuestro control! ¿Cómo saldrán mis hijos a la calle? ¿Me enfermaré de Alzheimer? ¿Qué sucederá con la economía? ¿Me casaré? ¿Me secuestrarán? ¿Conocerá mi familia al Señor? ¿Tendré dinero para pagar las deudas? Tienes buenas razones para estar preocupado acerca de estas cosas, pero tienes mejores razones para dejarlas en Alguien que te ama. Al igual que el niño cuya madre lo guió, hasta la parte más lejos de la vida está a salvo.

Finalmente, se generoso. Haz y di algo constructivo. Cuida de alguien más. Da para satisfacer necesidades humanas.

En el hoyo más oscuro, cuando el mundo está más confundido, cuando los bárbaros estén en las calles, cuando la vida sea muy dura, siempre hay cosas correctas que hacer. El problema parece ser abrumador. Podrías estas preocupado, preocupado, preocupado, preocupado. Pero lo que se te ha llamado a hacer es pequeño, solo una cosita pequeñita. Siempre hay algo para darte a ti mismo, y alguna manera para dar a los demás. Jesús dijo más acerca de esto en Mateo 6, el pasaje paralelo para nosotros: “Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas.” Entrégate a los problemas de hoy. Toma los negocios de hoy. Deja las incertidumbres de mañana a tu Padre.

¿POR QUÉ UN SALVADOR?

LUCAS 2:10-11

10 Pero el ángel les dijo: «No teman, porque les traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; 11 porque les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.

Vivimos en una sociedad cada vez más secular, en la que Dios es considerado sólo un rumor, un murmullo, una palabra que para muchos es un vestigio de tiempos antiguos. Épocas en las que el ser humano temía a la oscuridad, sin tecnología, ni progreso, ni conocimiento. La navidad es sólo una época del año en la que hay ofertas, regalos, festejos, y convivios. Uno puede celebrar la navidad sin celebrar a Cristo. Y en medio de todo este ambiente cultural, los cristianos afirmamos rotunda e invariablemente que ha nacido el Salvador, Cristo el Señor. Por eso, hoy trataremos de responder a la pregunta, ¿Por qué un salvador? Para hacer esto, les compartiré tres necesidades que todo corazón humano busca, angustiosamente, saciar: identidad, afecto, y gloria.

1. IDENTIDAD

10 Pero el ángel les dijo: «No teman, porque les traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; 11 porque les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Lucas 2:10-11

¿Quién eres? Es una pregunta que tratamos de responder a través de nuestros logros, méritos, y esfuerzos. “Yo soy…” un título académico, un puesto laboral, una cifra de salario, una relación romántica, una relación familiar. Todos tratamos de construir y sostener una identidad basada en nuestros éxitos. La identidad es como un edificio que construimos con cada ladrillo de nuestro esfuerzo.

¿Cuál es el problema de esto? La identidad humana construida en base a esta vida es más frágil de lo que nos gustaría aceptar. En primer lugar, ni la mayor cantidad de logros es capaz, suficiente, y competente para satisfacer la necesidad humana de identidad. Es decir, siempre sentirás que es necesario alcanzar algo más: título, puesto, poder adquisitivo, una relación, una nueva experiencia. Intentar “ser alguien” a través de tu capacidad es como intentar vaciar el mar con una cuchara.

En segundo lugar, el problema no es sólo que el éxito nunca parece ser suficiente, sino que esta vida pareciera conspirar en mi contra. Si intento “ser alguien” a través del trabajo, encontraré un ambiente laboral dañino, desempleo, o desagrado a la ocupación, todo impidiendo que yo “sea alguien”. Si pretendo adquirir una identidad en un amor romántico, o familia, descubriré que aún la persona mejor intencionada es peor de lo que me gustaría aceptar, que hay abandono, desamor, desprecio, e inclusive muerte, todo impidiendo que yo “sea alguien”. Aún si tratara de llenarme de experiencias, tarde o temprano, hallaré que aún lo más espectacular aburre, fastidia, o simplemente es inaccesible, inalcanzable a mi rutina, todo impidiendo que yo “sea alguien”.

Definirnos por nuestra capacidad nos llevará a cinismo, depresión y ansiedad, o a una presunción ilusoria. Si optas por el cinismo podrías llegar hasta el desprecio por la vida misma. Si escoges la depresión y ansiedad vivirás en penumbra. Y si vas por la presunción ilusoria podrías llegar a la amargura. En todos los casos tendrás un corazón marchito, necesitado de salvación. Construir uno mismo su identidad, es pedirse a uno mismo que sea divinamente, gloriosamente, y perfectamente competente. Lo cual no sólo es imposible, sino que también es agotador y destructivo.

¿Hay una mejor opción? En Lucas 2:10-11, los ángeles no dicen “No teman, porque les traigo instrucciones de gran gozo, sobre cómo construir una identidad sólida”. No. Los ángeles proclaman “[…] buenas nuevas de gran gozo […]” Más que instrucciones de “cómo ser alguien”, el cristianismo proclama las noticias de una identidad, no meritoria, sino libremente otorgada por Dios. Una identidad “dada”, “donada”, “regalada”, “asignada”, la cual es competente para sostener nuestra existencia en plenitud, aún en medio de pésimas circunstancias, desventuras, y desgracias. El cristianismo no predica: “alcanza éxitos laborales, familiares, y económicos, para que entonces seas alguien”. El cristianismo es salvación: sin mérito, ya eres alguien por Dios, entonces eres libre de alcanzar éxitos laborales, familiares, y económicos. Somos libres porque nuestra vida ya no está en si los logramos o no. Si llegaras a fallar, sigues siendo alguien.

¿Por qué un salvador? Porque somos incapaces de construir una identidad satisfactoria y resistente.

2. AFECTO

10 Pero el ángel les dijo: «No teman, porque les traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; 11 porque les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Lucas 2:10-11

¿Eres amado? Esta es una pregunta bastante sensible. No estamos preguntando si tenemos amigos, cercanos, familia, personas a nuestro alrededor, sino si somos realmente conocidos y amados. Ser conocido es no tener que portar una máscara, sino que los otros hallan experimentado en carne propia lo peor de mí. Y ser amado, al mismo tiempo, no es un sentimiento de agrado, sino un profundo y realista pacto de permanecer a tu lado para bendecirte. ¿Eres amado? ¿Eres realmente conocido y al mismo tiempo alguien dice de ti “me quedo”? Todos buscamos ser amados realmente: ya sea por un padre o una madre, puede ser una pareja romántica, o inclusive familia y amigos. Anhelamos e imploramos afecto genuino y verdadero.

¿Cuál es el problema de esto? El problema no es el profundo deseo de ser amados, conocidos y amados. El problema radica en dónde buscamos satisfacerlo: ya sea en otros, o en uno mismo. Pedir a otros que nos sacien afectivamente es colocar expectativas ficticias, ilusorias, e irrealizables sobre sus hombros. En la mitología griega hay un titán llamado Atlas que carga al mundo en sus hombros. Esa es la imagen de muchas de nuestras relaciones afectivas. Colocamos un peso inmensurable sobre la espalda de los que nos rodean pidiéndoles que colmen nuestra hambruna afectiva. Le estoy pidiendo a un foco de 9w que ilumine mi mundo como si fuera el sol. Esto lo hacemos con padres, hijos, pareja, y amigos. Probablemente no lo pidamos verbalmente: “ámame”. Pero muy viable que muchas quejas hacia los demás, sentimientos de no ser valorados, o acusaciones de malagradecidos, provienen de las expectativas secretas y sigilosas del corazón.

Ahora está de moda el amor propio. Pareciera que la cultura se ha dado cuenta de que uno no puede saciarse en el afecto de los demás. Se dicen cosas como “cómo le puedes pedir a otro que te ame, cuando tú mismo no te amas”. Y suena bien, tiene apariencia de verdad, pero el problema sigue siendo el mismo: le estoy pidiendo a un plato vacío que provea alimento para sí mismo, a un carro sin gasolina que arranque y se mueva a sí mismo, es levantar una cubeta del suelo mientras tengo los dos pies dentro de la cubeta misma. Tendría que ser brutalmente honesto conmigo mismo, y superar toda negación psicológica de mi mente, al mismo tiempo que me provea una estabilidad afectiva perfecta, competente e invariable. Saciar mi necesidad afectiva, amándome a mí mismo es simplemente una fantasía.

Intentar saciar nuestra necesidad afectiva en los demás o uno mismo nos llevará a mucha decepción, frustración y sufrimiento. Si se trata de saciarnos en papá o mamá, podríamos llegar a sacrificar nuestra vida y decisiones para ser suficientes, y merecer su amor. Si es una pareja, podríamos inmolarnos en el altar de su afecto, y mendigar su aprecio y cariño, incluso a costa de nuestra dignidad o seguridad. O cambiaremos de pareja frecuentemente en una búsqueda vertiginosa del “correcto” o “correcta”. En todo caso, sufriremos de una hambruna fatídica de afecto.

¿Hay una mejor opción? El ángel comienza su anuncio diciendo “No teman […].” Esta expresión implicada dos verdades. En primer lugar, ante una revelación divina los seres humanos sentían su bajeza y desmerecimiento de ser amados. Ellos se sabían pecadores, y por lo tanto dignos de destrucción. Pero en segundo lugar, la orden de “no temer” era una señal del favor y afecto inmerecido de Dios. “No teman” puesto de manera positiva es un “Te amo”. Dios, el Amo y Soberano del universo, te conoce mejor de lo que tú te conoces. Es capaz de ver hasta el más oscuro rincón de tu existencia, y aún así dice: “te amo”. Por Jesús, él nos ama. Dios no es como Atlas que carga esforzadamente el mundo con sus hombros, el universo es la obra de la yema de sus dedos (Salmo 8:3). Él es verdaderamente suficiente para saciarte con su afecto. Indudablemente satura el corazón humano con un profundo sentido de ser amado, realmente amado.

¿Por qué un salvador? Porque necesitamos saciarnos de afecto verdadero, y eso sólo es posible en Él.

3. GLORIA

10 Pero el ángel les dijo: «No teman, porque les traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; 11 porque les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Lucas 2:10-11

¿Qué gloria conoces? Todos buscamos la gloria. La buscamos en una experiencia extraordinaria, un romance, un viaje, un artista, una fiesta, una compra, una familia, lo hacemos porque fuimos creados para desearla. La gloria es aquello que nos deslumbra, nos emociona, hace que nos explote la cabeza, y nos asombre.

¿Cuál es el problema de esto? Toda gloria terrenal es sólo un reflejo de la gloria de Dios que apunta a Él. Como una postal señala a un paisaje, un menú señala al alimento, y un boleto de avión señala un destino, la gloria de un romance, un concierto, o un objeto no son lo verdadero, lo señalan pero no sacian. Intentar satisfacer nuestro corazón en la gloria terrenal es contentarnos con muy poco: una postal en lugar del paisaje real, un menú en lugar del alimento, o un boleto en lugar del destino. Fuimos creados para la verdadera gloria, y el problema es que nos contentamos con poco:

“Si consideramos las atrevidas promesas de recompensas y la naturaleza abrumadora de las recompensas prometidas en los Evangelios, parecería que Nuestro Señor considera nuestros deseos, no demasiado fuertes, sino demasiado débiles. Somos criaturas tibias, tonteando con alcohol, sexo y ambición mientras que se nos ofrece un gozo infinito, como un niño ignorante que continúa haciendo pasteles de lodo en una pocilga porque no puede imaginarse lo que significan unas vacaciones en la playa. Nos contentamos con demasiado poco.” C. S. Lewis

Para una sociedad secular, las navidades se reducen a regalos y compras, cenas y personas. Todo esto no está mal en sí, pero reducir la navidad a ellas sería igual que realizar un viaje a una playa paradisiaca para quedarnos encerrados en el cuarto de hotel teniendo el mar, la arena y el sol al otro lado de la puerta.

¿Hay algo mejor? Si: Dios, el Señor (Lucas 2:11). El mensaje de los ángeles era que Dios nos daba a sí mismo en Jesús. No nos pedía que nos contentemos con algo menos que Él mismo. No esperaba que fuéramos felices con 80 años de vida, trabajando, sufriendo, intentando amar, y entreteniéndonos, sino con una gloria eterna e indescriptible: la de Él mismo. J. I. Packer dijo lo siguiente:

“[…] analicemos Isaías 40:12ss. Aquí Dios le habla a gente cuyo ánimo es el que tienen muchos cristianos en la actualidad -gente desesperanzada, acobardada, secretamente desesperada; gente contra la que el curso de los acontecimientos se viene batiendo desde hace mucho tiempo; gente que ha dejado de creer que la causa de Cristo puede volver a prosperar. Veamos cómo razona con ellos Dios a través de su profeta.

Miren las obras que he hecho, les dice. ¿Podrían hacerlas ustedes? ¿Puede hombre alguno hacerlas? "¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza y con pesas los collados?" (v. 12). ¿Son ustedes lo suficientemente sabios como para hacer estas cosas? ¿Tienen el poder necesario? En cambio yo sí; de otro modo no hubiera podido hacer este mundo. "¡He aquí vuestro Dios!”

Pasemos a mirar a las naciones, sigue diciendo el profeta: las grandes potencias nacionales, a cuya merced se sienten supeditadas ustedes. Asiría, Egipto, Babilonia -tan vastos son sus ejércitos y sus recursos, en comparación a los de ustedes, que les tienen temor, miedo. Pero consideren ahora la posición de Dios frente a esas poderosas fuerzas que ustedes tanto temen. "He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas... Como nada son todas las naciones delante de él; y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es" (v. 15s). Ustedes tiemblan ante las naciones porque son mucho más débiles que ellas; pero Dios es tanto más grande que las naciones que para él son como nada. “¡He aquí vuestro Dios!"

“Luego, echemos un vistazo al mundo. Consideren su tamaño, su variedad, y su complejidad; piensen en los (7.8 billones) de personas que lo pueblan, y en el enorme cielo que está por encima de él. ¡Qué seres diminutos somos ustedes y yo en comparación con todo el planeta en que vivimos! Y, 'sin embargo, ¿qué es todo este portentoso planeta en comparación con Dios? "El está sentado sobre [por encima de] el círculo de la tierra, cuyos moradores son como langostas; él extiende los cielos como una cortina, los despliega como una tienda para morar" (v. 22). El mundo nos empequeñece a todos, pero Dios empequeñece al mundo. El mundo es él estrado de sus pies, sobre el que él está sentado inexpugnablemente. El es más grande que el mundo y todo lo que en él hay de manera que toda la frenética actividad de sus habitantes no lo afectan en mayor medida que a nosotros el ruido y los movimientos de las langostas en un día de sol. "He aquí vuestro Dios."

Miremos […] a los grandes hombres del mundo: los gobernantes cuyas leyes y programas políticos determinan el bienestar de millones de personas; los que aspiran a gobernar el mundo, los dictadores, los creadores de imperios, hombres que tienen en sus manos el poder necesario para desencadenar una guerra global. Piensen en Senaquerib y en Nabucodonosor, piensen en Alejandro, Napoleón, Hitler […] ¿Suponen ustedes que son realmente estos grandes hombres quienes determinarán el giro que ha de tomar el mundo? Vuelvan a pensar en esto; porque Dios es más grande que los más grandes entre ellos. "El convierte en nada a los poderosos, y a los que gobiernan la tierra hace como cosa vana" (v. 23). Dios es, como lo dice el Libro de Oración, "el único que gobierna a los príncipes". " He aquí vuestro Dios”

Pero no hemos terminado aún. Miren, finalmente, a las estrellas. La experiencia más universalmente impresionante que conoce el hombre es la de estar solo en una noche limpia mirando las estrellas. No hay otra cosa que nos dé una sensación semejante de distancia y lejanía; no hay experiencia que nos haga sentir más fuertemente nuestra propia pequeñez e insignificancia. Y nosotros, que vivimos en el umbral de la era espacial, estamos en condiciones de complementar esta experiencia universal con el conocimiento científico de los factores que están involucrados -millones de estrellas en número, a billones de años luz de distancia. La mente se marea; la imaginación no puede abarcarlo todo cabalmente; cuando intentamos imaginar las insondables profundidades del espacio exterior, nos quedamos mentalmente estupefactos y mareados. Pero, ¿qué es esto para Dios? "Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas [las estrellas]; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio" (v. 26). Es Dios quien saca las estrellas; fue Dios quien las puso en el espacio en primer lugar; él es su Hacedor y Amo: están todas en sus manos, y sujetas a su voluntad. Tal es su poder y su majestad. “¡He aquí vuestro Dios!"”

¿Por qué un salvador? Porque necesitamos una gloria capaz de asombrar al corazón eternamente, es decir la de Dios.

CONCLUSIÓN

Navidad es celebrar que aquello que tanto necesitamos: identidad, afecto, y gloria se nos fue regalado en Jesús. Para que nosotros “seamos alguien”, él fue hecho “nadie”. Para que nosotros seamos amados, él fue abandonado. Para que accedamos a esa gloria desbordante, él fue despojado de ella: primero en un pesebre y después en una cruz. Navidad es la rotunda afirmación, no sólo que necesitamos un Salvador, sino que éste nació.

DIOS DESCENDIÓ

ÉXODO 19:10-25

“10 y el Señor le dijo:

—Ve y consagra al pueblo hoy y mañana. Diles que laven sus ropas 11 y que se preparen para el tercer día, porque en ese mismo día yo descenderé sobre el monte Sinaí, a la vista de todo el pueblo. 12 Pon un cerco alrededor del monte para que el pueblo no pase. Diles que no suban al monte, y que ni siquiera pongan un pie en él, pues cualquiera que lo toque será condenado a muerte. 13 Sea hombre o animal, no quedará con vida. Quien se atreva a tocarlo, morirá a pedradas o a flechazos. Solo podrán subir al monte cuando se oiga el toque largo de la trompeta.

14 En cuanto Moisés bajó del monte, consagró al pueblo; ellos, por su parte, lavaron sus ropas. 15 Luego Moisés les dijo: «Prepárense para el tercer día, y absténganse de relaciones sexuales».

16 En la madrugada del tercer día hubo truenos y relámpagos, y una densa nube se posó sobre el monte. Un toque muy fuerte de trompeta puso a temblar a todos los que estaban en el campamento. 17 Entonces Moisés sacó del campamento al pueblo para que fuera a su encuentro con Dios, y ellos se detuvieron al pie del monte Sinaí. 18 El monte estaba cubierto de humo, porque el Señor había descendido sobre él en medio de fuego. Era tanto el humo que salía del monte, que parecía un horno; todo el monte se sacudía violentamente, 19 y el sonido de la trompeta era cada vez más fuerte. Entonces habló Moisés, y Dios le respondió en el trueno.

20 El Señor descendió a la cumbre del monte Sinaí, y desde allí llamó a Moisés para que subiera. Cuando Moisés llegó a la cumbre, 21 el Señor le dijo:

—Baja y advierte al pueblo que no intenten ir más allá del cerco para verme, no sea que muchos de ellos pierdan la vida. 22 Hasta los sacerdotes que se acercan a mí deben consagrarse; de lo contrario, yo arremeteré contra ellos.

23 Moisés le dijo al Señor:

—El pueblo no puede subir al monte Sinaí, pues tú mismo nos has advertido: “Pon un cerco alrededor del monte, y conságramelo”.

24 El Señor le respondió:

—Baja y dile a Aarón que suba contigo. Pero ni los sacerdotes ni el pueblo deben intentar subir adonde estoy, pues de lo contrario, yo arremeteré contra ellos.

25 Moisés bajó y repitió eso mismo al pueblo.”

INTRODUCCIÓN

Como seres humanos evitamos las realidades difíciles de la vida: desde lo más burdo como subirse a una báscula, hasta lo más complejo como evitar reconocer nuestro orgullo y maldad. Por eso el cristianismo es difícil, verdadero pero crudamente difícil. El cristianismo es un encuentro con Dios, y con la realidad como es. Y aunque no siempre es fácil o agradable, en última instancia siempre es verdadero y por lo tanto mejor. En el pasaje de hoy vemos al pueblo hebreo teniendo un encuentro real con Dios. No una religiosidad fácil y cómoda, sino un verdadero encuentro con Dios. Veamos los tres elementos de un verdadero encuentro con Dios.

1. LA CONDICIÓN HUMANA: BAJEZA

ÉXODO 19:10-15

“10 y el Señor le dijo:

—Ve y consagra al pueblo hoy y mañana. Diles que laven sus ropas 11 y que se preparen para el tercer día, porque en ese mismo día yo descenderé sobre el monte Sinaí, a la vista de todo el pueblo. 12 Pon un cerco alrededor del monte para que el pueblo no pase. Diles que no suban al monte, y que ni siquiera pongan un pie en él, pues cualquiera que lo toque será condenado a muerte. 13 Sea hombre o animal, no quedará con vida. Quien se atreva a tocarlo, morirá a pedradas o a flechazos. Solo podrán subir al monte cuando se oiga el toque largo de la trompeta.

14 En cuanto Moisés bajó del monte, consagró al pueblo; ellos, por su parte, lavaron sus ropas. 15 Luego Moisés les dijo: «Prepárense para el tercer día, y absténganse de relaciones sexuales»”.

El primer elemento de un encuentro verdadero con Dios consiste en pararnos frente a un espejo espiritual, una báscula de santidad, o un cronómetro de nuestra condición ante Dios. ¿Cuál es nuestra condición humana? Bajeza.

En el humanismo se ha planteado que la fe se debe colocar en la capacidad humana. Al abandonar a Dios, se coloca la confianza en el ser humano. Se cree ciegamente, y en contra de toda evidencia, que somos buenos y muy capaces. Se considera que a través de nuestro esfuerzo, conocimiento y tecnología llegaremos a vivir el cielo en la tierra. De ahí vienen discursos como “si estudias una carrera, te esfuerzas, y eres una buena persona, podrás disfrutar de plenitud, felicidad, y paz”. Es una salvación por obras que te promete el cielo en esta vida y en última instancia idolatra a la humanidad.

Pero ahora, cada vez es posible ver a más personas abandonando esa idea. Ha llegado la generación desencantada, la que reconoce que el ser humano no es bueno, al contrario, es capaz de mucha maldad: abuso de poder, violencia, machismo, corrupción, hipocresía, dentro y fuera de las instituciones como las religiosas, el gobierno, la universidad, y el matrimonio. Esta generación desencantada prefiere ya no casarse, si al final terminará en divorcio. Opta por no tener hijos, si sólo estamos destruyendo el mundo. Mejor no me apego a una iglesia, si al final todas son irrelevantes. Y entonces, prefieren disfrutar lo más que sea posible: huir de esta realidad a través de viajes, videojuegos, sustancias, y fantasías.

Parece que la generación desencantada ya idolatra al ser humano, ante el fracaso de la salvación humanista ahora se opta por el animalismo y el ecologismo. Hay quienes consideran más valiosa la vida de un animal o un árbol que de un ser humano. Constantemente decimos que los ídolos fallan, y el ser humano como dios falla. Cuando intentamos colocar nuestra esperanza, en algo tan frágil, débil, y corrupto como la humanidad terminaremos desencantados. Y lo mismo sucederá con el animalismo y ecologismo. ¿Hay esperanza o tenemos que abandonarnos a la angustia, desaliento y pesimismo cínico? ¿Qué dice el cristianismo?

Contrario a la intuición, y a lo que muchas veces se ha predicado con el ejemplo, el cristianismo no es una salvación de obras que coloca la esperanza del mundo en los hombros de la humanidad. No creemos que somos buenos y justos en nosotros mismos. No afirmamos que si te esfuerzas y eres suficiente tendrás “todo”. Al contrario, reconocemos crudamente que somos peores de lo que nos gustaría aceptar. Entendemos que, si rechazo a Dios, construiré un ídolo de mí mismo y me aferraré a él neciamente, frustrantemente, e ilusamente, o me arrojaré al desencanto, vacío, y sinsentido, tratando de sobrellevar el dolor de una existencia absurda con placeres, personas y experiencias que saturen mis sentidos. Pero, si consideramos a Dios esto será diferente. No negaremos nuestra bajeza, la confirmamos, pero lo haremos sin destruir nuestra vida al reconocer a Dios y su majestad.

En el texto de Éxodo 19:10-15, Dios está preparando a su pueblo para tener un encuentro. Para estar listos debían consagrarse y esto implicaba el reconocimiento de su maldad e insuficiencia. Nos alistamos cuando no estamos acondicionados, nos lavamos cuando estamos sucios, nos distanciamos cuando no somos aptos para estar presentes. En este encuentro con Dios el pueblo no afirmaba su dignidad, reconoce su corrupción y bajeza.

2. LA CONDICIÓN DIVINA: MAJESTAD

ÉXODO 19:16-19

“16 En la madrugada del tercer día hubo truenos y relámpagos, y una densa nube se posó sobre el monte. Un toque muy fuerte de trompeta puso a temblar a todos los que estaban en el campamento. 17 Entonces Moisés sacó del campamento al pueblo para que fuera a su encuentro con Dios, y ellos se detuvieron al pie del monte Sinaí. 18 El monte estaba cubierto de humo, porque el Señor había descendido sobre él en medio de fuego. Era tanto el humo que salía del monte, que parecía un horno; todo el monte se sacudía violentamente, 19 y el sonido de la trompeta era cada vez más fuerte. Entonces habló Moisés, y Dios le respondió en el trueno.

El segundo elemento de un verdadero encuentro con Dios es el reconocimiento, asombro, y perplejidad de estar frente al Rey, y su temible y terrible majestad. Mientras que actualmente se tiende a “domesticar” a Dios, y reducirlo a una idea inofensiva,  la verdad es que la Biblia nos muestra algo totalmente distinto.

En el humanismo se abandona a Dios para idolatrar al ser humano. La esperanza y fe se colocaba en la ciencia, el trabajo, y el esfuerzo. La religión se reducía a simple moralidad: cómo ser buenas personas. Dios no era más que una excusa para portarnos bien. Aún así, había un reconocimiento de lo sagrado: lugares, personas, y actividades más santas que otras. Aún el peor marido se comportaba en una catedral, se consideraba más “santa” la oración del pastor que la de cualquier cristiano, o se consideraba que leer la Biblia era una actividad de mayor categoría que el trabajo. Dentro del humanismo estaba presente la religiosidad institucionalizada.

Sin embargo, en la época del desencanto, la tendencia cultural es no reconocer que hay algo santo. Al contrario se trata de eliminar, comer, y devorar hasta que no haya nada sagrado, y todo sea mundano y meramente terrenal: el matrimonio, la vida humana, el trabajo, son absurdos que carecen de profundidad. Son ideas huecas incapaces de bendecirnos. Todo se ha vuelto meramente profano y mundano. Todo lo que antes se consideraba sagrado, ahora es objeto de burla y desprecio. Y si todo es mundano, ni siquiera la vida misma tiene valor, sentido, o significado. Al negar la realidad de Dios, hemos cometido suicidio espiritual.

Parece que la Escritura describe muy bien esta situación: “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Cuando negamos neciamente a Dios, nos aferramos a la idolatría del corazón, la consecuencia es mortal. En el afán humano de ser suficiente, competente, y fuerte para sostener la propia vida, se ha rechazado a Aquel que es el único capaz de ser tan glorioso, eterno y grande para afirmarlo en una existencia plena. De ahí que para muchos la existencia misma sea pesada, cansada, y sin aliento. ¿Qué dice el cristianismo ante esto?

El cristianismo niega la división de que hay cosas santas y cosas mundanas. Afirmamos como Abraham Kuyper (filósofo reformado holandés): "¡No hay un centímetro cuadrado en todo el dominio de nuestra existencia humana por el cual Cristo, que es Soberano sobre todo, no clame, mío!". ¿Quién es este Dios que es Amo, Dueño y Señor de todo? Esta es la pregunta que le hicieron al pastor bautista Lockridge

 

La Biblia dice que mi rey

Es el rey de los judíos,

Él es el rey de Israel

Él es el rey de Justicia

Él es el rey de los siglos

Él es el rey de los cielos

Él es el rey de Gloria

Él es el rey de Reyes

Y el señor de Señores

¡Este es mi Rey!

Me pregunto ¿Lo conoces?

 

Mi rey es un rey Soberano

No hay manera de medir su amor ilimitado

Él es perdurablemente fuerte

Él es totalmente sincero

Es eternamente firme

Es inmortalmente lleno de gracia

Es imperialmente poderoso

Es imparcialmente misericordioso

¿Lo conoces?

 

Él es el mayor fenómeno

que ha cruzado el horizonte de este mundo

Él es el Hijo de Dios

Él es el salvador de los pecadores

Es la pieza central de la civilización

Él es incomparable

Él no tiene precedente

Es la idea más elevada de la literatura

Es la más alta personalidad en la filosofía

Él es la doctrina fundamental de la verdadera teología

Él es el único calificado para ser el Salvador todo suficiente

Me pregunto ¿Lo conoces?

 

Él suple de fortaleza a los débiles

Está disponible para los tentados y los afligidos

Él se compadece y salva

Él fortalece y sostiene

Él guarda y guía

Él sana a los enfermos

Él limpia a los leprosos

Él perdona a los pecadores

Él absuelve a los deudores

Él liberta a los cautivos

Él defiende a los débiles

Él bendice a los jóvenes

Él sirve a los desafortunados

Él guarda a los ancianos

Él recompensa a los diligentes

Él embellece a los humildes

¿Lo conoces?

 

Él es la clave del conocimiento

Él es la fuente a la sabiduría

Él es la entrada a la libertad

Él es el sendero hacia la paz

Él es el camino de justicia

Él es la autopista hacia la santidad

Él es la puerta a la gloria

¿Lo conoces?

 

Su vida es incomparable

Su bondad es ilimitada

Su misericordia es eterna

Su amor nunca cambia

Su palabra nos basta

Su gracia es suficiente

Su reino es justo

Su yugo es fácil y ligera su carga

 

Me gustaría describírtelo

Pero Él es indescriptible

Es incomprensible

Es invencible

Es irresistible

No puedes sacarlo de tu mente

No te lo puedes quitar de las manos

No puedes sobrevivir sin Él

Y no puedes vivir sin Él

¡Este es mi Rey!

Me pregunto, ¿lo conoces?

 

En Éxodo 19:16-19, encontramos una manifestación sobrecogedora de Dios: truenos, relámpagos, una densa nube de humo, terremotos y tronidos. El pueblo sabía que estaba frente a Dios majestuoso y soberano: el ser capaz de sostener el universo un la yema de sus dedos, y nuestra vida sin agotarse.

3. LA SOLUCIÓN: DIOS DESCENDIÓ

ÉXODO 19:20-25

20 El Señor descendió a la cumbre del monte Sinaí, y desde allí llamó a Moisés para que subiera. Cuando Moisés llegó a la cumbre, 21 el Señor le dijo:

—Baja y advierte al pueblo que no intenten ir más allá del cerco para verme, no sea que muchos de ellos pierdan la vida. 22 Hasta los sacerdotes que se acercan a mí deben consagrarse; de lo contrario, yo arremeteré contra ellos.

23 Moisés le dijo al Señor:

—El pueblo no puede subir al monte Sinaí, pues tú mismo nos has advertido: “Pon un cerco alrededor del monte, y conságramelo”.

24 El Señor le respondió:

—Baja y dile a Aarón que suba contigo. Pero ni los sacerdotes ni el pueblo deben intentar subir adonde estoy, pues de lo contrario, yo arremeteré contra ellos.

25 Moisés bajó y repitió eso mismo al pueblo.”

Por último, la tercera marca de un encuentro con Dios es el reconocimiento de su gracia: Dios descendió. Estando nosotros en nuestra bajeza, no se limito a observarte desde su trono celestial con desprecio e indiferencia. Dios descendió.

En el humanismo, la gracia no existe, sólo el esfuerzo. Se una buena persona y debes tener una buena vida. Si somos sabios, inteligentes y capaces, alcanzaremos la gloria terrenal. Podremos construir la utopía. Pero como toda religión falsa, el humanismo falla. La utopía humana sin Dios es una fantasía extremadamente frágil.

Por otro lado, en la generación desencantada tampoco hay gracia, sólo resignación y cinísmo. Abandonando a Dios y a la humanidad, no hay más que un vacío y angustia existencial insuperable. Un dolo agónico y absurdo. El resultado del desencanto, que viene del humanismo, es ver la existencia como un sufrimiento de la que hay que escapar con fantasías y distorsiones de la realidad.

¿Cuál es la respuesta cristiana? ¿Cómo superar el abismo entre mí bajeza y la majestad de Dios? Para nosotros es imposible, pero para Dios es posible. Dios descendió de su trono, gloria, y majestad para reunirse contigo y conmigo de manera inmerecida. Aquel que es el único sentido de la existencia, capaz de proveerte una identidad sana y no destructiva, quien puede sostenerte aún en la peor tormenta, descendió para ser tuyo y tú de Él. En el Sinaí, Dios descendió para encontrarse con un intercesor: Moisés, a quién le daría las leyes que indican cómo debemos de vivir para poder estar con Dios.

Pero años después, Dios volvería a descender encarnando como un bebé. Ya no había truenos y una nube, solo un bebé. Ya no había que mantener la distancia, inclusive los pastores de ovejas podían acerarse a él. Dios descendió naciendo como un bebé para después volverse a encontrar en un monte. Ya no Sinaí, sino el monte Calvario. Ya no para darnos mandatos para obedecer y ser suficientes por nosotros mismos. Sino para regalarnos a Aquel que ha cumplido la Ley en mi lugar. No es necesario que tú seas suficiente para tu vida, familia, o trabajo, mucho menos para Dios. Él es quien es suficiente para ti y para mí.

 Mientras que el humanismo se aferra neciamente a la evidente nula capacidad humana para establecer el cielo en la tierra, y la generación del desencanto se aferra a huir infructuosamente de toda esperanza y sentido, el cristianismo ofrece agua al sediento, alimento al hambriento, paz al ansioso, descanso al cansado, valor al fracasado, identidad al inseguro, significado al vacío, esperanza al agotado. No por medio de tu esfuerzo de ascender a la gloria, sino del amor gratuito que movió el corazón de Dios a descender en gloria. Dios se humanó, no porque estuviéramos bien, sino para elevarnos junto con él.

La respuesta del Pastor Lockridge termina así: ¿Quién es mi Rey?

Los fariseos no podían soportarlo

Pero se dieron cuenta que no podían detenerlo

Pilatos no pudo encontrar ninguna falta en Él

Herodes no pudo matarlo

La muerte no pudo con Él

Y la tumba no lo pudo retener

¡Este es mi Rey!

¡Este es mi Rey!

 

Dios descendió para tener un encuentro con nosotros. Y las marcas de este encuentro son 3: una profunda convicción de nuestra bajeza, una profunda convicción de su majestad, un profundo alivio y gozo por su gracia. Dios descendió.

EL SENTIDO DE LA NAVIDAD

13 De repente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo: 14 «Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace». Lucas 2:13-14

INTRODUCCIÓN

¿Cuál es el sentido de tu vida? ¿Por qué estás aquí? ¿Todo se trata de trabajar, comer, disfrutar, romance, o familia? El secularismo, o la perspectiva de la vida sin Dios, dice que cada uno se crea su propio propósito de vida. No existe un sentido, sino que cada uno escoge para qué vivir. Esto puede sonar bien. Puede parecernos romántica la idea de que cada uno puede escoger su propósito. Puede darnos la impresión de libertad. ¿Es esto así? Hoy veremos como el sentido de la navidad nos recuerda el sentido de nuestra vida.

1. SENTIDO MÁS ALLÁ DE NUESTRA OPINIÓN

13 De repente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo. Lucas 2:13

¿Existe un propósito en la vida? Si no lo hay, ¿debemos crearnos uno? Supongamos que no hay propósito, y cada uno crea el suyo. Al inicio puede sonar romántica la idea de ser “libres” y que cada uno crea su propósito. Pero esta idea tiene un problema. ¿Qué es lo suficientemente grande, permanente, estable, y competente para ser el fundamento de tu vida? ¿Qué puede ser aquello tan glorioso que le de sentido a tu existencia? No puede ser cualquier cosa. ¿Podrá ser el trabajo, la familia, o el placer? Tal vez esto pueda motivarnos provisionalmente, pero ¿podrá sostener toda nuestra vida? En la Biblia, Salomón, Rey de Israel, famoso por su sabiduría, intentó encontrar este “sentido de la existencia” fuera de Dios y escribió el libro de Eclesiastés. En este documento, él dice cosas como (Eclesiastés 1:2-4; 8-11):

2 Lo más absurdo de lo absurdo,

—dice el Maestro—,

lo más absurdo de lo absurdo,

¡todo es un absurdo!

3 ¿Qué provecho saca el hombre

de tanto afanarse en esta vida?

4 Generación va, generación viene,

mas la tierra siempre es la misma.

8 Todas las cosas hastían

más de lo que es posible expresar.

Ni se sacian los ojos de ver,

ni se hartan los oídos de oír.

9 Lo que ya ha acontecido

volverá a acontecer;

lo que ya se ha hecho

se volverá a hacer

¡y no hay nada nuevo bajo el sol!

10 Hay quien llega a decir:

«¡Mira que esto sí es una novedad!»

Pero eso ya existía desde siempre,

entre aquellos que nos precedieron.

11 Nadie se acuerda de los hombres primeros,

como nadie se acordará de los últimos.

¡No habrá memoria de ellos

entre los que habrán de sucedernos!

Este rey, experimentó la vida que humanamente se sueña: llena de placeres, conocimientos, experiencias, personas, y riquezas. Y después de experimentar todo lo que la vida (sin considerar a Dios) puede ofrecer, concluye diciendo: “lo más absurdo de lo absurdo, ¡todo es un absurdo!”

La aparente “libertad” de crear nuestro sentido, puede llevarnos a una angustia por no encontrar aquello que realmente sacia. Jim Carrey, actor exitoso americano, llegó a la misma conclusión que Salomón: “Espero todos puedan volverse ricos y famosos, y tener todo lo que siempre soñaron, para que se den cuenta de que esa no es la respuesta”.

¿Qué alternativa plantea el cristianismo? El cristianismo entiende que el ser humano fue creado con propósito y sentido. Así como para el hambre hay alimento, para la sed hay agua, para el corazón humano hay sentido. Nos somos un absurdo, que tiene que aferrarse a una fantasía o ilusión. Dios nos creó con un propósito capaz de saciar el corazón. Esto puede parecer que coarta nuestra “libertad”. Pero así como un pez es libre bajo el agua, el corazón humano es libre bajo el propósito de Dios.

En Lucas 2:13, encontramos que después de haber nacido Jesús, un ángel les revela el sentido de la historia universal, y existencia individual, a un grupo de pastores. Ellos no tenían que descubrirlo a través de estudio académico, ni crearse un sentido fantasioso propio. Ellos sólo tenían que recibir humildemente aquel propósito por el que fueron creados. Tú vida y mi vida tienen un sentido más allá de nuestra opinión.

2. SENTIDO MÁS ALLÁ DE UNO MISMO

14 «Gloria a Dios en las alturas. Lucas 2.14ª

Entonces, si tenemos un sentido real, no imaginario, no ficticio, ni fantasioso, sino uno verdadero ¿Cuál es? Contrario a lo que preferiríamos es uno que va más allá de uno mismo. Es decir, existimos para algo más grande que nosotros. Mi vida no es para mí. Tu vida no es para ti. Esto puede sonar totalmente aberrante. ¿Cómo que no existo para mí? Esto no suena bien, pero si lo pensamos por un momento es en realidad algo bueno.

Aquello que sea el sentido de tu vida debe ser lo suficientemente estable, grandioso, y capaz para sostener tu existencia a través de las crisis de la vida. ¿Somos nosotros mismos lo suficientemente estables, grandiosos, y capaces? ¿No somos inconstantes, incongruentes, insuficientes? ¿No nos confundimos constantemente, nos engañamos a nosotros mismos, nos defraudamos frecuentemente? Y no pretendo desanimarnos, pero como un buen doctor diagnostica el cuerpo humano, Dios diagnostica correctamente el corazón humano (Isaías 64:6):

Todos somos como gente impura;

todos nuestros actos de justicia

son como trapos de inmundicia.

Todos nos marchitamos como hojas;

nuestras iniquidades nos arrastran como el viento.

Que mi vida se trate de mí, y yo ser mi propio propósito de existencia es como querer levantar una cubeta con ambos pies dentro de ella. Es exigirse a uno mismo ser suficiente como para darle sentido a la existencia. Es colocar sobre nuestros hombros el peso del universo, y ante toda adversidad ser mi propio motivo de esperanza. Esto es definitivamente agotador, frustrante, e imposible.

¿Qué dice el cristianismo? El propósito no puede estar en uno mismo, ni en otros (familia o romance), ni en el universo tal cual. El cristianismo plantea que lo único suficiente para sostener la existencia de todo, y de uno mismo, es Dios. Si mi propósito es eterno, perfecto, y sólido, como lo es Dios, puedo experimentar mi peor pesadilla y vencer. Esto no significa ausencia de dolor, sino presencia de algo tan brillante que la oscuridad más densa no lo puede opacar. Esto es lo que plantea el ángel a los pastores en Lucas 2:14a: “Gloria a Dios en las alturas […]”

El corazón humano encuentra su felicidad eterna, plenitud firme, identidad sólida, cuando su sentido de vida y existencia es Dios. ¡Es bueno que el propósito de mi vida (trabajo, familia, placer, dinero) sea más grande que yo! ¡Es bueno! Si yo soy mi propio sentido, la primera adversidad vaciará mi corazón. Pero si Dios lo es, nada puede derribar mi existencia. Tu vida y mi vida tienen su sentido más allá de nosotros mismos: existimos para Él.

3. SENTIDO MÁS ALLÁ DE NUESTRA CAPACIDAD

Y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace». Lucas 2:14b

Recapitulemos. No tenemos que inventar un sentido de vida, nacimos con uno. Este propósito va más allá de uno mismo, lo encontramos en Dios. ¿Qué significa esto en la práctica? ¿Implica que tengo que vivir en servidumbre para satisfacer a Dios con mi vida, trabajo, comportamiento, moral, o éxito? Consideremos lo siguiente, si vivo para un amor romántico, tendré que alcanzar mi propósito a través de mi desempeño como pareja: ser detallista, romántico, priorizar la relación, siempre esperando ser suficiente. Si existo para un trabajo, tendré que esforzarme diariamente para sobresalir, no descansar ni aún en vacaciones, cargar con una empresa o emprendimiento, medirme a través del éxito. Encontrar mi sentido de vida y vivir a la altura de éste, parece ser un trabajo arduo, agotador, y sin mucha paz. Esto es lo que la Biblia llama “salvación por obras”. ¿Es así con Dios? ¿Tengo que vivir una vida religiosa perfecta para que entonces cumpla con mi propósito de existencia? No.

Contrario a lo que comúnmente se piensa el cristianismo no es moralismo o religiosidad. El cristianismo no es en primer lugar una lista de imperativos: “haz esto” y “no hagas esto otro”. El cristianismo es en primer lugar un indicativo: “Jesús hizo esto”. En Lucas 2:14b, los ángeles no dicen “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres que se portan bien, cumplen con la ley, y van a la iglesia los domingos”. El ángel anuncia que el sentido de la vida no se obtiene a través de tu desempeño en la vida, sino a través de la buena voluntad de Dios. ¿Qué significa esto? Esto manifiesta que, contrario a nuestra intuición, no alcanzamos el sentido de nuestra vida ganándolo, sino a través de recibirlo gratuitamente. No es algo que trabajamos para obtenerlo, sino simplemente lo abrazamos como un regalo. No tienes que demostrarle nada a nadie, ni a ti mismo, ni a Dios para ser amado, valorado, querido. No tienes que ser suficiente para Dios, porque Él es suficiente para ti. No tienes que ser fuerte, sabio, capaz, perfecto, buen padre/madre, trabajador, profesionista, esposo/esposa para ser digno de amor, o aceptación. Dios es todo esto y más, por lo que te ama y acepta, aún sin mérito.         Por esto nació Jesús: para vivir la vida que no podías vivir, y morir la muerte que debías morir.

¿La vida tiene sentido? Si, y este es Dios: disfrutar de su gloria gratuita e inmerecida que cambia todo. Tu trabajo ya no es una forma de ganarte dignidad, sino de expresar la que Jesús te ha dado. Tu familia ya no es un medio de recibir amor, sino uno de manifestar el que has recibido. Tu dinero no es el camino para la felicidad, sino uno para compartir generosamente la felicidad que se te ha otorgado. Tu vida tiene un sentido más allá de opiniones, más allá de nosotros mismos, y más allá de nuestra capacidad. Tenemos un sentido existencial eterno, en Dios y en la plenitud de su amor inmerecido.

CONCLUSIÓN

¿Cuál es el sentido de la celebración de la Navidad? El gozo, alegría y paz de afirmar cada año que nuestra existencia tiene un salvador, un sentido de vida encarnado: Jesús.

LOS INVITADOS LA NAVIDAD

8 En la misma región había pastores que estaban en el campo, cuidando sus rebaños durante las vigilias de la noche. 9 Y un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor. 10 Pero el ángel les dijo: «No teman, porque les traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; 11 porque les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. 12 Esto les servirá de señal: hallarán a un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Lucas 2:8-12

¿Alguna vez te has sentido excluido? Ya sea por tu color de piel, religión, educación, lugar de origen, género, edad, estatus socioeconómico, estilo de vida, preferencias, todos hemos experimentado la exclusión como pecado. Hoy en día es una virtud cultural ser inclusivos, y constantemente se cuestiona o afirma que el cristianismo no es inclusivo sino excluyente. ¿Es esto así? Aún más, como cristianos podríamos preguntarnos si ¿la inclusión humanista de hoy es bíblica? Hemos sido bombardeados con la afirmación que toda exclusión es mala, pero ¿es esto verdad? Veamos quienes son los invitados a la navidad.

1. NAVIDAD PARA LOS EXCLUIDOS

8 En la misma región había pastores que estaban en el campo, cuidando sus rebaños durante las vigilias de la noche. Lucas 2:8

En primer lugar, encontramos que los primeros convidados a visitar a Jesús fueron los pastores. Éstos se encontraban en las orillas de la sociedad. No eran adinerados, políticamente influyentes, socialmente confiables, ni religiosamente prominentes. Los pastores tenían fama de ladrones, deshonestos, parias, y marginados. Definitivamente personas que, por orgullo o temor, ninguno de nosotros sentaría a su mesa con el resto de su familia para cenar. Pero Dios no es así. Dios invita a su mesa a los excluidos.

El cristianismo es una fe que puede abrazar todo tipo de persona. Ricos y pobres, académicos y personas sencillas, directores de empresas y empleados­, mujeres y hombres, jóvenes y ancianos. Todos nos sentamos a la misma mesa de Dios, leemos la misma Biblia, oramos al mismo Padre, nos pertenecemos mutuamente. ¿Qué tipo de persona está excluida del Reino? Ninguna. En el Reino entra todo tipo de persona.

¿Es el cristianismo inclusivo? En este sentido si. Dios no hace acepción de personas. Discriminar a otro por condiciones o circunstancias terrenales es pecado.

Si tu has sido frecuentemente excluido, estas son buenas noticias. Cristo no te rechaza por tu condición terrenal. Pero si tú te consideras alguien digno, importante, y respetable, esto es un golpe al orgullo. Implica que no eres mejor que nadie, que aquello que atesoras como tu valía en realidad no hace ninguna diferencia. Tus grandes logros humanos, carrera, familia, o economía, no te hacen más digno de venir a Jesús.

Para reflexionar

Tal vez tú luchas con ser rechazado y excluido por tu condición social, esto podría afectar cómo percibes a Dios. De la misma manera tú puedes ser muy apreciado y estar rodeado de muchos méritos, esto también podría afectar tu percepción de Dios. Lo primero te podría llevar a considerarte excluido por Dios, mientras que lo segundo a pensar de ti como merecedor. Ambos son erróneos. La base de la invitación de Dios no somos nosotros, es Él. ¿Cuál es tu caso?

2. NAVIDAD PARA LOS PECADORES

9 Y un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor. 10 Pero el ángel les dijo: «No teman, porque les traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; 11 porque les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Lucas 2:9-11

A estos pastores, se les presenta una visión gloriosa con un gran mensaje: “ha nacido hoy […] un Salvador”. ¿Qué implicaban estas palabras? La Biblia es firme en enseñar que los seres humanos no somos buenas personas que a veces se equivocan. Ésta nos enseña que somos peores de lo que nos gustaría aceptar. Somos grandes pecadores. La buena noticia es que la invitación a la navidad, a Jesús, es para pecadores conscientes de su condición. Así como una persona no va al doctor hasta saberse enfermo, no dimensionamos la gran necesidad de un Salvador hasta que caemos en cuenta de nuestra miserable condición.

¿Es el cristianismo inclusivo? Sí, pero no como la inclusión humanista que hoy se promueve. Mientras que la cultura nos invita a incluir al renombrar el pecado, Cristo nos invita a incluir al redimir el pecado. ¿Cómo es esto? Consideremos un pecado sexual. La inclusión humanista se da al renombrar el pecado, ya no es “fornicación” o “adulterio”, es “amor” o un “derecho”, y de esta manera este comportamiento es aceptado socialmente. La inclusión humanista ve la aceptación social como la solución al problema: “si viéramos estos comportamientos como normales, dejarían de ser un problema social”. El problema es que, si la fornicación es destructiva para aquellos que lo realizan, así como lo plantea el cristianismo, la inclusión humanista no mejora nada al aceptarlo. Es igual que normalizar la caries, no sana al enfermo.

El cristianismo, por otro lado, es inclusivo a través de la redención. Planteémoslo de la siguiente manera. Un esposo que “ya no ama” a su esposa, y encuentra en el afecto de otra mujer su esperanza, felicidad y salvación, será sanado de la idolatría, orgullo, y egolatría de su corazón a través del arrepentimiento y fe, no de la normalización. El cristianismo no sana renombrar la enfermedad como “salud diversa”, sino a través del procedimiento quirúrgico, doloroso, pero eficaz. No es solamente un cambio de comportamiento, es uno de corazón. El cristianismo no excluye al paciente, lo sana de su dolencia. Esto es inclusión a través de redención. ¿Quién puede venir a Cristo y ser incluido en su familia? Aquel que desee ser verdaderamente sanado.

Para reflexionar

El cristianismo es considerado como una religión de odio, y aunque esto no es así, es cierto que muchos confunden el cristianismo con mero moralismo. Se toman actitudes de fariseos orgullosos y se ha despreciado a muchas personas. Nosotros no somos santos en aparadores, somos pecadores en un hospital. ¿Cómo podemos expresar la inclusión cristiana, es decir, inclusión a través de redención?

3. NAVIDAD PARA LOS QUE CREAN

12 Esto les servirá de señal: hallarán a un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Lucas 2:12

Por último, el ángel les da una señal para identificar al Salvador: es un niño envuelto en pañales, pero acostado en un establo. Esto era golpe a la lógica judía. Algo tan glorioso como el Mesías no podía estar en algo tan mundano como un establo. El cristianismo es salvación contraintuitiva.

Todos buscamos medios de salvación: romance, placer, abundancia, trabajo, familia, entretenimientos, etc. Los medios de salvación que buscamos son aspiracionales. Confiamos nuestra salvación en un gran romance, viajes, restaurantes, grandes compras, capacidad adquisitiva, un puesto directivo. Si el día de hoy naciera Jesús no estaría en un hospital en Polanco, su madre no tendría domicilio en las Lomas, el ángel no aparecería a un grupo de empresarios en una reunión de negocios en Santa Fe. El ángel aparecería a un vigilante nocturno, diciéndole que la señal para identificar al Salvador es que estaría con su madre en un basurero. ¿Creerías que ese bebé es el Salvador?

El cristianismo es inclusivo, pero también exclusivo. La exclusión en sí no es necesariamente mala. Considera lo siguiente, un hombre adulto está excluido de un baño de niñas de primaria, y esto es bueno. Un asesino está excluido de la sociedad en una cárcel, y esto es bueno. Una persona sin formación médica está excluida de ejecutar una cirugía, y esto es bueno. El problema es cuando la exclusión es originada por el pecado: injustamente.

La navidad es exclusiva para los que creen. En contra de toda propaganda, la salvación no se encuentra en un cargo ejecutivo, en un amor romántico, ni en entretenimientos, sino en Jesús. No consideramos al trabajo, romance, o disfrutar la creación como malos en sí, pero intentar salvarse a sí mismo, a través de esto, será eternamente frustrante. ¿Quién puede disfrutar de la saciedad gloriosa y sin fin? Únicamente aquellos que creen que su salvación está sólo en Jesús.

Para reflexionar

El cristianismo es exclusivo, pero no arrogante. En el corazón del cristianismo está Dios dando su vida por aquellos que estaban excluidos de la gloria. El hecho que creamos no es una virtud propia, es una expresión más de la gracia de Dios. Por lo tanto, no podemos sentirnos superiores que aquellos excluidos. ¿Qué actitud debemos tener hacia aquellos que aún están fuera del evangelio?

CONCLUSIÓN

¿Alguna vez te has sentido excluido? Ya sea por tu color de piel, religión, educación, lugar de origen, género, edad, estatus socioeconómico, estilo de vida, preferencias, todos hemos experimentado la exclusión como pecado. Hoy en día es una virtud cultural ser inclusivos, pero la inclusión cristiana es distinta. Yo diría mejor: mientras que la inclusión humanista es a través del renombrar o redefinir, el cristianismo incluye a través de la redención. Al final de la historia toda la diversidad humana redimida disfrutará la gloria de Dios:

“9 Después de esto miré, y vi una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos, y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos. 10 Clamaban a gran voz:

 

«La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero»”. Apocalipsis 7:9-10

PERDÓN PARA OFENSAS GRAVES

Luego cayó de rodillas y gritó:

—¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!

Cuando hubo dicho esto, murió. Hechos 7:60

El perdón no es tanto un acto de fe en la otra persona como un acto de fe en Dios. ¿Crees que Dios está contigo? ¿Crees que su Palabra es verdadera? ¿Crees que lo que te pide es correcto y bueno? ¿Crees que te dará lo que necesitas para hacer lo que te ha pedido que hagas? ¿Crees que tu identidad está segura, incluso si la otra persona te ofende y no busca tu perdón? ¿Crees que hay una bendición al otro lado del arduo trabajo del perdón? ¿Crees que cuando fallas y tomas la ofensa una vez más, Dios te perdonará y te dará el poder de cambiar? Debido a que confías en Dios, estás dispuesto a perdonar. Paul Tripp

INTRODUCCIÓN

¿Cómo compartimos el evangelio? No sólo a través de invitar a alguien a un culto a escuchar un sermón.  Manifestamos el evangelio cuando exponemos a otros directamente al fruto de la gracia en nuestras vidas. La realidad es que muchos de aquellos que deseamos que crean en Jesús, también son los que han visto lo peor en nosotros. Más que invitarlos a escuchar una exposición teórica de la verdad, estamos llamados a manifestarles y explicarles el fruto del evangelio en nuestras vidas. Durante este tiempo seremos retados a dar fruto concreto a personas concretas pidiéndole a Dios que nos use para salvación de ellos.

La última semana hablamos sobre el perdón en general, hablamos de que el perdón es la decisión activa y costosa de liberar al otro de la responsabilidad de sufrir castigo o penalidad. Hablamos de cuatro promesas: No rumiaré mentalmente en este incidente. No usaré como arma en tu contra este incidente. No chismearé con otros sobre este incidente. No haré de este incidente un muro que nos separe. Y la capacidad para perdonar no viene de nosotros, sino del perdón que hemos recibido: el de Jesús.

Ahora, ¿qué pasa cuando la ofensa es una grave, cuando no hay arrepentimiento concreto, cambio notable, y hay consecuencias? De esto hablaremos hoy.

Debemos tener cuidad de caer en la tentación de retener el perdón porque se trata de algo “grave”. Es decir, en la gracia de Dios podemos perdonar todo tipo de ofensas. Todo pecado nos ha sido perdonado, desde los “pequeños” hasta los más “complicados”.  Por lo tanto, podemos otorgar lo que hemos recibido: un gran perdón.

Las ofensas “graves” son aquellas que ofenden significativamente a Dios, a uno mismo, o a un tercero. Aquí la palabra clave es significativamente. Todas las ofensas son afrentosas, pero no todas son significativas. Si un esposo decide no cumplir con un presente prometido podemos considerarlo una ofensa “menor”, pero si agrede verbalmente a su esposa frente a sus hijos hablamos de algo significativamente “grave”. En Cristo, podemos expresar perdón aún en los casos más serios. Veremos tres casos graves: cuando no hay arrepentimiento, cuando no hay cambio, y cuando hay consecuencias.

CUANDO NO HAY ARREPENTIMIENTO

Luego cayó de rodillas y gritó:

—¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!

Cuando hubo dicho esto, murió. Hechos 7:60

En estos versos encontramos a los religiosos matando a Esteban por el Evangelio. Esto es una ofensa grave. Aún sin arrepentimiento expreso de parte de ellos, Esteban mantiene una actitud de perdón.

Idealmente, primero se pide perdón y después se otorga el perdón (Lucas 17:3). En caso de ofensas “menores” podemos pasarlas por alto y perdonar sin que haya un arrepentimiento expreso. Pero ¿qué sucede en caso de ofensas “graves” en las que no hay arrepentimiento verbal y concreto?

El arrepentimiento debe ser verbal y concreto. Es decir, debemos reconocer con palabras de manera específica nuestra ofensa. No se trata sólo de “hacer como que no pasó nada”, o de únicamente decir “perdón”. Debemos de ser específicos. El arrepentimiento se ve algo así: “Te pido perdón por no cumplir con mi palabra, sé que te hice sentir menospreciada, reconozco que no es la primera vez que sucede. Perdóname”.

¿Qué notas en esta confesión? Es específica expresando la falta “no cumplir con mi palabra”, con los efectos sobre la otra persona “te hice sentir menospreciada”, y además en humildad se acepta que ha sido un patrón de conducta “no es la primera vez que sucede”. También es necesario notar la ausencia de explicaciones. Toda explicación en una confesión sonará a justificación. Por ejemplo, si digo: “Te pido perdón… pero ese día estaba cansado, me agarraste de malas, o ya te había dicho que yo no quería hacerlo”. Más que un arrepentimiento es una justificación y evasión de responsabilidad.

¿Qué pasa si no hay arrepentimiento de parte del ofensor? Entonces vemos el perdón en dos etapas. La primera es tener una actitud de perdón y la segunda es otorgar el perdón.

La actitud de perdón es la buena disposición de perdonar en caso de que exista el arrepentimiento. Esta es incondicional y es un compromiso con Dios. Esto es lo que vemos en Hechos 7:60: Esteban estaba siendo asesinado mientras tenía una actitud de perdón. Aquí aún no hacemos todas las promesas del perdón, pero sí hacemos la primera: decido no rumiar mentalmente en la ofensa. De esta manera protegeré mi corazón de la amargura y resentimiento, al tiempo que adoraré a Dios y bendeciré al ofensor guiándolo para que se arrepienta.

La segunda etapa es otorgar el perdón. Esta es condicional al arrepentimiento del ofensor y tiene lugar entre los dos: arrepentimiento verbal y perdón expreso (Lucas 17:3-4). En este momento se hacen las tres promesas del perdón restantes: No usaré como arma en tu contra este incidente. No chismearé con otros sobre este incidente. No haré de este incidente un muro que nos separe.

¿Qué sucede si no llega el arrepentimiento? Mientras que se mantiene la actitud de perdón y la promesa 1, el perdón no debe ser otorgado. Esto nos puede sonar “no cristiano”, pero considéralo de la siguiente manera: Dios no otorga el perdón a todos. Mientras que a todos los invita al arrepentimiento, sólo lo otorga a aquellos que vienen a él en confesión. No perdonar está bien en ocasiones, pero mantener una disposición a perdonar es necesario. Si mi ofensor no se arrepiente, más que a enemistad estoy llamado a amarlo y orar por su arrepentimiento (Mateo 5:44).

En caso de una relación muy cercana, o un arrepentimiento incompleto, podemos acudir a consejería bíblica para recibir apoyo.

En todo caso, podemos tener la actitud de perdón ante la falta de arrepentimiento e interceder por el otro. Y en caso de arrepentimiento perdonar.

CUANDO NO HAY CAMBIO

Luego cayó de rodillas y gritó:

—¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!

Cuando hubo dicho esto, murió. Hechos 7:60

En estos versos encontramos a los religiosos matando a Esteban por el Evangelio. Esto es una ofensa grave. Aún sin cambio manifestado de parte de ellos, Esteban mantiene una actitud de perdón.

¿Qué sucede cuando hay arrepentimiento, pero no hay cambios? En las relaciones más cercanas constantemente somos retados a perdonar algo repetitivo. El ofensor puede expresar reconocimiento, pero nuestro corazón duda de su autenticidad porque sospechamos fuertemente que el incidente se repetirá. Sentimos que estamos siendo burlados, o inclusive que si perdonamos estamos reforzando un patrón de comportamiento sin consecuencias. Por esto, solemos retener el perdón en base la ausencia de cambio verdadero.

Una vez más somos confrontados por el Evangelio. La realidad es que nuestro orgulloso corazón toma como pretexto la falta de cambio para cultivar resentimiento. Es cierto que el cambio es bíblico y necesario, pero éste no puede ser la condición del perdón. Considera tu propia vida. ¿Cuál es la relación entre el perdón de Dios y tu cambio? La verdad bíblica es que su perdón no está condicionado a nuestro cambio, sino al revés: nuestro cambio se basa en su perdón. Dios nos perdona, y es su gracia la que nos transforma (Tito 2:11-12). Si Dios condicionará su perdón a nuestro mérito, no seríamos perdonados y tampoco Dios sería perdonador. El perdón no es merecido.

Al igual que el caso anterior, la actitud del perdón debe estar presente. Es decir, nuestra disposición para otorgar el perdón debe marcar nuestro acercamiento. De la misma manera en caso de arrepentimiento podemos liberar a la otra persona a través del perdón. Si la otra persona reconoce su responsabilidad y daños, podemos invitarle al cambio como un fruto del arrepentimiento y perdón, no como un condicionante. ¿Volverá a pecar contra mí? Probablemente. ¿Cuántas veces debo perdonarle si se arrepiente? Setenta veces siete (Mateo 18:22) mientras caminamos juntos en el proceso de crecimiento.

Dos advertencias. En primer lugar debemos identificar un verdadero arrepentimiento de uno falso. El verdadero arrepentimiento reconoce la responsabilidad, los daños causados, ante Dios y los involucrados. El falso tiende a excusarse y justificarse. En caso de ser el segundo, el perdón debe retenerse mientras se mantiene la actitud perdonadora. Tal vez será necesario confrontar en amor, conversar, e inclusive recibir consejería bíblica. ¿Esto asegura el cambio? No, pero es parte del proceso que Dios manda. En caso de un arrepentimiento falso, y un pecado grave repetitivo como infidelidad matrimonial, violencia y abuso, somos libres para abandonar una relación (1 Corintios 7:15).

La segunda advertencia es ser cautelosos en cuanto a nuestro propio corazón. Probablemente creamos expectativas falsas e idólatras de nuestras relaciones. Por un lado, podemos desear y esperar que el otro va a cambiar inmediatamente. Esto no siempre es así. El cambio es un proceso que dura toda la vida. Por otro, tendemos a desesperanzarnos y considerar que el otro es un caso perdido, y nunca cambiará. Esto también es falta de fe en Dios que está trabajando en todos nosotros. Detrás de estos dos pensamientos, subyace la idea fantasiosa e idólatra: “seré feliz cuando el otro cambie”.

Gracias a Dios nuestra felicidad no está en la capacidad del cambio del otro, sino en la de Dios de transformarnos a nosotros mismos para ser perdonadores como Él lo es.

En todo caso, podemos tener la actitud de perdón ante las ofensas repetitivas e interceder por el otro. Y en caso de arrepentimiento perdonar e invitar al cambio bíblico.

CUANDO HAY CONSECUENCIAS

Luego cayó de rodillas y gritó:

—¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!

Cuando hubo dicho esto, murió. Hechos 7:60

En estos versos encontramos a los religiosos matando a Esteban por el Evangelio. Esto es una ofensa grave. Aún con graves consecuencias, Esteban mantiene una actitud de perdón.

El perdón no elimina mágicamente las consecuencias de la ofensa. Dios mismo perdona pero no elimina todas las consecuencias de nuestro pecado: alguien que viola la ley y se convierte, tendrá que enfrentar justicia, un esposo infiel que se arrepiente tendrá que asumir las consecuencias, una mujer que peca y recibe perdón tendrá que asumir responsabilidades. Dios utiliza estas consecuencias para transformarnos. (Ejemplo de esto es Moisés al no entrar a la tierra prometida, Deuteronomio 32:48-52)

De la misma manera, cuando perdonamos podemos no eliminar todas las consecuencias del pecado. Pero con cuidado, esto no implica una actitud de orgullo o resentimiento. Consideremos una relación padre – hijo. Si un hijo miente a su padre, y esto es evidenciado. Su padre debe acercarse en actitud de perdón, ayudar a su hijo a lograr el arrepentimiento y liberarlo. Sin embargo, como padre está llamado a utilizar las consecuencias del pecado de su hijo para su bien. Si el pecado de la mentira trajo una consecuencia económica, el padre puede proveer el dinero para saldar la deuda al mismo tiempo que el hijo se responsabiliza cubriendo labores domésticas extras.

¿Cómo se ve esto en una relación de amistad o pareja? El principio es el mismo, con una actitud de perdón esperamos el arrepentimiento para otorgar libertad, y asumimos las consecuencias con liberalidad o justicia. Siempre con la intención de crecimiento en el Evangelio. En ocasiones, liberar totalmente de las consecuencias puede ser contraproducente y poco sabio (Proverbio 19:19). El pecado siempre tiene consecuencias y estas son instrumentos de Dios para nuestro crecimiento.

¿Qué pasa si una persona se niega a aceptar las consecuencias? Esta es una marca de una falta de arrepentimiento. Una cosa es reconocer las consecuencias e incapacidad para asumirlas, pero otra es negar la responsabilidad. En tal caso, el perdón no debe ser otorgado (la actitud de perdón sí). Debemos orar y bendecir al ofensor, pero tal no puede recibir el perdón que considera que no necesita.

En todo caso, podemos tener la actitud de perdón ante las consecuencias de la ofensa e interceder por el otro. Y en caso de arrepentimiento perdonar, y acompañar al otro a través de las consecuencias de su pecado.

CONCLUSIÓN

¿Cómo perdonar ofensas graves? Tendemos a considerar todas las ofensas como graves debido a nuestro orgullo, pero podemos voltear a ver el perdón que hemos recibido. La realidad es que nuestro pecado es la verdadera ofensa grave. Dios no sólo perdonó nuestras “ofensas menores”, sino también las “mayores”. Su perdón fue una decisión activa y costosa que llevó a Jesús a la cruz. Su actitud de perdón es lo que nos llamó a arrepentimiento. No éramos ofensores consientes que reconocían perfectamente sus ofensas y trabajaron para ser perdonados. Su ofrecimiento de perdón es lo que ha producido cambio paulatino en nuestras vidas. No somos vidas ya transformadas completamente, sin pecados repetitivos, que se han ganado el mérito del perdón. Su disposición de perdonar es lo que ha tomado la mayor consecuencia de nuestro pecado, y nos permite asumir ciertas consecuencias con esperanza y sin temor. No somos personas que están pagando por el perdón.

El perdón que tú has recibido ha sido el de una ofensa grave. Mientras mantienes una disposición de perdonar, puedes animar al ofensor al arrepentimiento para otorgar la libertad y juntos asumir las consecuencias. En caso de no haber arrepentimiento de parte del otro, eres libre. Pero esta libertad no es para odiar, sino para bendecir e interceder por el ofensor.

En este verso, Esteban mantiene una actitud de perdón para sus agresores. ¿Por qué? Porque él no veía la gravedad de los actos de sus ofensores, el veía la grandeza de la gloria y perdón que hay en Jesús:

“Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios; y dijo: «Veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios»”. Hechos 7:55-56

PERDONA COMO HAS PERDONADO

“[…] soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes”. Colosenses 3:13

“Los cristianos son las personas más perdonadas en el mundo. Por lo tanto, nosotros deberíamos ser las personas más perdonadoras del mundo”. Ken Sande, Pacificadores

“Todo el mundo dice que el perdón es una idea hermosa hasta que tiene algo que perdonar”. C. S. Lewis

INTRODUCCIÓN

¿Cómo compartimos el evangelio? No sólo a través de invitar a alguien a un culto a escuchar un sermón.  Manifestamos el evangelio cuando exponemos a otros directamente al fruto de la gracia en nuestras vidas. La realidad es que muchos de aquellos que deseamos que crean en Jesús, también son los que han visto lo peor en nosotros. Más que invitarlos a escuchar una exposición teórica de la verdad, estamos llamados a manifestarles y explicarles el fruto del evangelio en nuestras vidas. Durante este tiempo seremos retados a dar fruto concreto a personas concretas pidiéndole a Dios que nos use para salvación de ellos.

Por esto, hoy veremos el perdón. Perdonamos como hemos sido perdonados. El perdón de Jesús nos salvó, nuestro perdón a otros puede ser el medio de redención para los que amamos.

*Cómo nota, hoy hablaremos de perdón a ofensas “menores”, la próxima semana hablaremos de las ofensas “mayores”.

QUÉ ES EL PERDÓN

“[…] soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes”. Colosenses 3:13

¿Qué es el perdón? Para comenzar debemos de aprender cuál es el perdón bíblico y limpiar nuestra mente de las ideas equivocadas que podemos tener. En el Nuevo Testamento hay dos palabras griegas que se traducen como perdón. Estas nos ayudarán a comprender la naturaleza del perdón bíblico.

La primera de ellas es aphiemi que significa soltar, liberar, o absolver. Se utiliza en el contexto de una deuda que ha sido pagada o anulada (Mateo 6:12; 18:27, 32). La segunda es charizomai que significa otorgar un favor gratuitamente y de manera incondicional. Esta palabra implica lo inmerecido del perdón (Lucas 7:42–43; 2 Corintios 2:7–10; Efesios 4:32; Colosenses 3:13). Ambos textos nos iluminan sobre el perdón bíblico:

El perdón es la decisión activa y costosa de liberar al otro de la responsabilidad de sufrir castigo o penalidad.

En primer lugar es una decisión, no es un sentimiento, olvido, o excusa. No se trata de tener sentimientos “bonitos” hacia la otra persona. ¿Es hipócrita perdonar cuando no lo siento? No. Los sentimientos van y vienen. No pueden ser el fundamento de nuestras relaciones. Tomamos la determinación de perdonar, en muchas ocasiones a pesar de lo que sentimos. En caso de que nuestros sentimientos sean muy fuertes, podemos acudir a apoyo de la consejería bíblica.

El perdón, tampoco consiste en olvidar. Isaías 43:25 dice que Dios “no recordará tus pecados”, pero esto no implica que los haya olvidado. Lo que significa es que Él no los trae a mención contra nosotros. Olvidar es algo pasivo, pero Dios nos ordena perdonar, lo cual significa que es algo que hacemos más que algo que nos pasa.

Así mismo, el perdón no es excusar. No minimizamos la ofensa para perdonar. Reconocemos la gravedad de lo sucedido. Lo que hacemos es que decidimos liberar a la persona de la deuda moral con nosotros. El perdón verdadero reconoce la falta y toma la decisión de liberar al culpable.

Si alguien peca contra ti, adquiere una deuda con Dios y contigo. Entonces tú tienes una decisión. Determinas no perdonar y cobras la deuda: ya sea a través de reclamos, humillaciones, contención, resentimiento, malos tratos, chisme, abuso emocional, distanciamiento, e inclusive desprecio. La otra opción es decidir perdonar y tú pagar la deuda. En ocasiones, Dios te permitirá pagar todo en un momento, pero en otros casos puede haber varios pagos que involucrarán: luchar en contra de recuerdos dolorosos, hablar palabras sazonadas de gracia cuando quisiéramos decir algo hiriente, destruir el muro del resentimiento y salvar una relación, y sesiones de consejería bíblica. El perdón es una decisión activa y costosa.

Ahora veremos cómo se vive esta decisión.

CÓMO SE EXPRESA EL PERDÓN

“[…] soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes”. Colosenses 3:13

Si el perdón es la decisión activa y costosa de liberar al otro de la responsabilidad de sufrir castigo o penalidad, ¿cómo se expresa? Ken Sande, en el libro pacificador resume la expresión del perdón bíblico en cuatro promesas, que yo las enseño así:

  1. No rumiaré mentalmente en este incidente.

  2. No usaré como arma en tu contra este incidente.

  3. No chismearé con otros sobre este incidente.

  4. No haré de este incidente un muro que nos separe.

Una vez que he decidido perdonar, lo siguiente es meditar sobre estas cuatro promesas que hacemos a Dios.

La primera consiste en no desgastar nuestra energía mental y emocional en la ofensa. Si ya he decidido perdonar, prometo luchar en contra de la tentación de ahogarme en mis pensamientos de rencor y dolor. Aunque no puedo evitar pensamientos espontáneos, sí puedo decidir no profundizar en esas aguas.

La segunda promesa trata de mantener una actitud de paz y reconciliación, en lugar de una de reclamo y reproche. No voy a cobrarte, ni siquiera a recordarte que no te cobré. Aunque no puedo evitar sentimientos negativos, si puedo decidir no actuar en base a ellos.

La tercera se enfoca en los demás. No voy a hablar mal del otro, no buscaré cómplices que me den la razón, ni palmadas en la espalda de compasión. Aunque no puedo evitar recordar lo que pasó, si puedo decidir no hablar mal de quien me ofendió.

Por último, la cuarta decisión se enfoca en la relación. Al ser heridos la tendencia es distanciarnos: física o emocionalmente. Si hemos perdonado, la promesa consiste en abrazar la relación con realismo. No consideramos que jamás seremos heridos, sino asumimos la vulnerabilidad que conlleva toda relación cercana. Amamos a la persona siendo vulnerables.

C. S. Lewis dijo lo siguiente:

“No hay inversión segura. Amar, de cualquier manera, es ser vulnerable. Basta con que amemos algo para que nuestro corazón, con seguridad, se retuerza y, posiblemente, se rompa. Si uno quiere estar seguro de mantenerlo intacto, no debe dar su corazón a nadie, ni siquiera a un animal. Hay que rodearlo cuidadosamente de caprichos y de pequeños lujos; evitar todo compromiso; guardarlo bajo llave en el cofre o en el ataúd de nuestro egoísmo. Pero en ese cofre -seguro, oscuro, inmóvil, sin aire– cambiará, no se romperá, se volverá irrompible, impenetrable, irredimible. La alternativa de la tragedia, o al menos del riesgo de la tragedia, es la condenación. El único sitio, aparte del Cielo, donde se puede estar perfectamente a salvo de todos los peligros y perturbaciones del amor es el Infierno.”

El perdón es una decisión activa y costosa, que se expresa en cuatro promesas:

  1. No rumiaré mentalmente en este incidente.

  2. No usaré como arma en tu contra este incidente.

  3. No chismearé con otros sobre este incidente.

  4. No haré de este incidente un muro que nos separe.

Si no puedes hacer estas promesas, es mejor no ofrecer el perdón hasta buscar ayuda en consejería bíblica.

EL PODER DEL PERDÓN

“[…] soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes”. Colosenses 3:13

Es muy probable que estés pensando algo cómo: “Suena bien, está claro, pero es muy difícil”. La próxima semana hablaremos de las ofensas graves, y tal vez podamos aclarar este tipo de perdón. Pero pueden haber ofensas “menores” que nos sean difíciles. ¿De dónde viene el poder para otorgar perdón? Sande nos comparte lo siguiente:

“El perdón puede ser extremadamente costoso, pero si tú crees en Jesús, tienes más que suficientes recursos para hacer estos pagos de perdón. Al ir a la cruz, Jesús ya pagó la deuda máxima por el pecado y estableció una cuenta de abundante gracia en tu nombre. A medida que recurres a esa gracia a través de la fe día a día, encontrarás que tienes todo lo que necesitas para hacer los pagos del perdón por aquellos que te han hecho daño.”

Entonces, ¿cuál es el origen del perdón que damos? El perdón que recibimos:

  • Jeremías 31:34 -  Yo les perdonaré su iniquidad, y nunca más me acordaré de sus pecados».

  • Isaías 43:25 - 25 »Yo soy el que por amor a mí mismo borra tus transgresiones y no se acuerda más de tus pecados.

  • Salmos 103:12 - 12 Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente.

  • Salmos 130:3-4 - 3 Si tú, Señor, tomaras en cuenta los pecados, ¿quién, Señor, sería declarado inocente? 4 Pero en ti se halla perdón, y por eso debes ser temido.

  • 1 Corintios 13:5 - 5 No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor.

“Los cristianos son las personas más perdonadas en el mundo. Por lo tanto, nosotros deberíamos ser las personas más perdonadoras del mundo”. Kenn Sande, Pacificadores

Considera todo el perdón que has recibido comparado con el que necesitas dar, el primero es inmenso mientras que el segundo no lo es tanto. Para tu perdón Cristo pagó con su vida. Su perdón te ha redimido eternamente. Su perdón ha cubierto tus pecados pasados, presentes, y futuros. Inclusive aquellos de los que no estás consciente. Así como una toalla no puede secar el mar, la ofensa que te han hecho no puede agotar la gracia que has recibido. Puedes perdonar porque has sido perdonado inmensamente.

Hay muchas personas a tu alrededor que jamás han experimentado esta clase de perdón. Sus vidas se han marcado por el resentimiento y el reproche. Considera lo poderoso que puede ser para ellos que, en reflejo del perdón de Cristo, les digas “te perdono. Te ofrezco estas promesas de libertad. No porque yo sea mejor, sino porque siendo malo he sido perdonado por Dios”.

Sande comenta:

“Siempre que otros te hagan daño, tienes la oportunidad de presentarles el maravilloso mundo del verdadero perdón. Si otra persona admite que te ha hecho daño, no digas simplemente: "Te perdono". Continúa describiendo las cuatro promesas que se incluyen en esas dos palabras especiales (“Te perdono”). Y luego aproveche la oportunidad para glorificar a Dios. Explíquele que la razón por la que lo estás perdonando de esta manera es porque Dios te ha perdonado de esa manera. Comparta las buenas nuevas de lo que hizo Jesús en la cruz y explique cómo su amor es el modelo para su perdón. Además de tranquilizar a los demás acerca de sus intenciones, esta explicación puede ayudarlos a comprender por primera vez lo que Dios quiere decir cuando dice: "Te perdono".”

CONCLUSIÓN

El perdón no es un sentimiento, olvido, o excusa, es la decisión activa y costosa de liberar a la otra persona de la deuda hacia mí. Esta se expresa en cuatro promesas: No rumiaré mentalmente en este incidente. No usaré como arma en tu contra este incidente. No chismearé con otros sobre este incidente. No haré de este incidente un muro que nos separe. Y la capacidad para perdonar no viene de nosotros, sino del perdón que hemos recibido: el de Jesús.

No sólo hables del evangelio, manifiéstalo a quienes te rodean. ¿A quién bendecirás con tu perdón?

¿POR QUÉ DIOS PERMITE MI SUFRIMIENTO?

"6 Un día, cuando los hijos de Dios vinieron a presentarse delante del Señor, Satanás vino también entre ellos. 7 Y el Señor preguntó a Satanás: «¿De dónde vienes?». Entonces Satanás respondió al Señor: «De recorrer la tierra y de andar por ella». 8 Y el Señor dijo a Satanás: «¿Te has fijado en Mi siervo Job? Porque no hay ninguno como él sobre la tierra; es un hombre intachable y recto, temeroso de Dios y apartado del mal». 9 Satanás respondió al Señor: «¿Acaso teme Job a Dios de balde? 10 ¿No has hecho Tú una valla alrededor de él, de su casa y de todo lo que tiene, por todos lados? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus posesiones han aumentado en la tierra. 11 Pero extiende ahora Tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no te maldice en Tu misma cara». 12 Entonces el Señor dijo a Satanás: «Todo lo que él tiene está en tu poder; pero no extiendas tu mano sobre él». Y Satanás salió de la presencia del Señor". Job 1:6-12

 Una de las objeciones al cristianismo se encuentra en el problema del sufrimiento: "Si Dios es bueno y todopoderoso, ¿por qué existe el mal? Si el mal existe Dios puede ser bueno pero no todopoderoso. O peor aún, Él es todopoderoso pero no es bueno, sino un dios muy cruel".  ¿Qué decimos los creyentes ante esto? Esta es una duda muy válida y debemos responder de acuerdo a 1 Pedro 3:15-16: "Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con gentileza y respeto, manteniendo la conciencia limpia". Eso intentaremos hacer hoy.

 Hay dos enfoques de esta objeción: una intelectual, que podemos dialogar, pero también puede ser una objeción muy encarnada en nuestra experiencia personal. Tal vez tú has sufrido grandemente, y más que una respuesta cerebral, fría y distante quiero expresar que reconocemos tu dolor con pesar, y sería un privilegio acompañarte a través de un proceso de consejería bíblica, o una relación de amistad. Si tú conoces a un escéptico del cristianismo que está sufriendo, más que dar argumentos, te animo a sazonar tu relación para estar disponible cuando las respuestas sean requeridas, para cuando alguien pregunte "¿Por qué Dios permite mi sufrimiento?"

 Timothy J. Keller, en su libro "Caminando con Dios a través del dolor y el sufrimiento" dice lo siguiente: "Mientras que otras cosmovisiones nos llevan a sentarnos en medio de los gozos de la vida, el cristianismo, previendo los dolores venideros, empodera a su gente para sentarse en medio de los dolores de este mundo, saboreando el gozo venidero". Veamos tres verdades del cristianismo y el sufrimiento personal.

 1. EL DIOS SOBRE EL SUFRIMIENTO

6 Un día, cuando los hijos de Dios vinieron a presentarse delante del Señor, Satanás vino también entre ellos. 7 Y el Señor preguntó a Satanás: «¿De dónde vienes?». Entonces Satanás respondió al Señor: «De recorrer la tierra y de andar por ella».  Job 1:6-7

 ¿Cuál es la relación entre Dios y el sufrimiento? Regularmente cuando pensamos en Dios, y nos preguntamos cuál es su equivalente opuesto, pensamos en el "diablo". Pero Satanás no es el equivalente opuesto de Dios. Por ejemplo: Dios es todopoderoso, a Satanás se le ha dado poder pero no es todopoderoso. Dios es omnisciente (lo sabe todo), pero aunque Satanás sabe mucho, no lo sabe todo. Dios es eterno, sin principio ni fin, pero  Satanás es creado. Dios no tiene equivalente opuesto. El universo no consiste en dos fuerzas opuestas y equivalentes que están en constante lucha. No hay nadie como Dios. Satanás es el equivalente opuesto, no de Dios, sino de los ángeles que sirven a Dios. En este verso, Satanás tiene que venir a Dios a rendirle cuentas. Entonces, ¿cuál es la relación entre Dios y el sufrimiento? Hay cuatro verdades bíblicas que nos ayudan a responder a esta pregunta:

 1. Dios no crea el mal: la Escritura enseña que Dios no ha creado el mal, ni el sufrimiento, estos son consecuencias de la rebelión humana. Dios nos dio una creación buena, pero nosotros la hemos roto (Santiago 1:16-17; Romanos 5:12, Romanos 8:20a).

2. Dios no aprueba el mal: la Biblia nos afirma que Dios no se complace en el mal, ni el sufrimiento que conlleva, al contrario le enoja (Salmo 7:11). Dios no se contenta con las injusticias, abuso, indiferencia, discriminación (Isaías 1:23).

3. Dios permite el mal: la revelación escrita enseña que Dios es soberano: nada sucede sin su aprobación, inclusive el mal. Aunque Dios no ve con buenos ojos el mal, sí lo permite (Mateo 10:29-31, Lamentaciones 3:37-39). Entonces, ¿por qué hace esto?

4. Dios redime el mal: Dios no permite el mal sin hacer nada al respecto. Además de corregir toda injusticia, Él las utiliza para nuestro bien (piensa en una experiencia difícil que te trajo grandes enseñanzas).

 ¿Cuál es la relación entre Dios y el sufrimiento? Dios es soberano sobre el sufrimiento. ¿Por qué esto es bueno? Si niego a Dios por el sufrimiento, no soluciono el problema. El sufrimiento sigue ahí, de hecho, empeora. Sin Dios el sufrimiento es un sinsentido: sufro sin un propósito, sin una promesa de justicia, sin una esperanza de redención, sufro porque sí, porque así es la vida, sin alguien a quién reclamar, sin alguien en quién confiar. Por otro lado, el hecho que Dios sea soberano sobre el sufrimiento, implica que Aquel que me ama está permitiendo esto, aunque no pueda entenderlo, puedo confiar en Él. Igual que un niño tomado de la mano de su mamá entra al dentista, así caminamos nosotros tomados de un Padre en el sufrimiento. Dios es soberano sobre el sufrimiento.

 Entonces, ¿por qué Dios permite mi sufrimiento?

 2. EL PROPÓSITO DEL SUFRIMIENTO

8 Y el Señor dijo a Satanás: «¿Te has fijado en Mi siervo Job? Porque no hay ninguno como él sobre la tierra; es un hombre intachable y recto, temeroso de Dios y apartado del mal». 9 Satanás respondió al Señor: «¿Acaso teme Job a Dios de balde? 10 ¿No has hecho Tú una valla alrededor de él, de su casa y de todo lo que tiene, por todos lados? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus posesiones han aumentado en la tierra. 11 Pero extiende ahora Tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no te maldice en Tu misma cara».Job 1:8-11

 ¿Por qué Dios permite mi sufrimiento? En el texto, Dios presenta a Job como una persona recta y devota a Dios. Job no había hecho algo específico que necesitara de un castigo. Él estaba bien. Sin embargo, Satanás apunta al motivo por el cual Job "se porta bien": Job obedece por conveniencia. Este hombre se ha visto beneficiado de la generosidad de Dios: protección, familia, prosperidad, trabajo, y salud. Satanás está colocando en duda el amor de Job por Dios. Más que amar al Creador, Job le es devoto por egoísmo y conveniencia: "si adoro a Dios, Él me bendice". Satanás le propone a Dios retirar la bendición de la vida de Job para ver si verdaderamente lo ama.

 Ese mismo día, Dios da permiso a Satanás de quitar toda bendición de Job: familia y riqueza material, todo lo que alguien de aquella época valoraba. Un tiempo después, Dios permite a Satanás quitar la salud de Job. ¿Por qué Dios accedió a esto? Aunque esto debe aplicarse personalmente a cada circunstancia propia, Dios permite tu sufrimiento para que aprendas a amarle mejor. Esto puede sonar egoísta de su parte, pero no es así. Que le amemos mejor no es algo que Él necesite, sino algo que nosotros necesitamos.

 El propósito de la vida es amar a Dios y ser amados por Él. Hemos creído falsas promesas de felicidad y plenitud sin Dios. "Serás feliz cuando...", o "Estaré completo si logro...". Abrazamos estas promesas con tanta fe que apostamos nuestra vida, tiempo, energía, y recursos en un amor romántico, una meta laboral/académica, o un estilo de vida placentero. Pero el cristianismo ofrece algo mejor y mayor: Dios mismo. C. S. Lewis (El peso de la gloria) dijo lo siguiente:

 "“Parece que Nuestro Señor no encuentra nuestros deseos demasiado fuertes, sino demasiado débiles. Somos criaturas poco entusiastas, jugando con la bebida y el sexo y la ambición cuando se nos ofrece una alegría infinita, como un niño ignorante que quiere seguir haciendo pasteles de barro en un barrio pobre porque no puede imaginar lo que significa la oferta de unas vacaciones en el mar. Nos contentamos muy fácilmente".

 La verdadera plenitud, felicidad, y vida se encuentran en amar a Dios y ser amados por Él (Juan 17:3). ¿Qué si el sufrimiento es un instrumento de Dios para sacarnos de nuestro aletargamiento y despertarnos para desear más que un trabajo, familia, o romance? ¿Qué tal si el sufrimiento en nuestra vida, más que un castigo, es una expresión del amor del Padre? Así como un padre humano, lleva a sus hijos al dentista aunque duela, los levanta temprano para ir a la escuela cuando preferirían seguir durmiendo, o los impulsa a enfrentar sus miedos cuando desearían evitarlos, Dios utiliza el dolor y sufrimiento en nuestras vidas por amor a nosotros, no por odio o indiferencia. Lewis expresó está idea de la siguiente manera:

 "Les sugiero que es porque Dios nos ama por lo que nos da el don del sufrimiento. El dolor es el megáfono de Dios para despertar a un mundo sordo. Verás, somos como bloques de piedra en los que el Escultor esculpe las formas de los hombres. Los golpes de su cincel, que tanto nos duelen, son los que nos hacen perfectos."

 ¿Cómo puede ser posible que Dios exprese su amor a través del sufrimiento? Existe una enfermedad llamada "insensibilidad congénita al dolor" que es una condición en que no se puede percibir el dolor físico. Las señales y síntomas pueden incluir heridas, moretones, huesos rotos, y otros problemas de salud que pueden pasar desapercibidos debidos a la falta de conciencia del dolor. El tratamiento es de apoyo. Es necesario estar atento para lesiones desapercibidas. Las revisiones periódicas por parte de especialistas en pediatría, ortopedia, odontología, oftalmología y dermatología son recomendadas para ayudar a prevenir lesiones graves e iniciar un tratamiento precoz. ¿Cómo puede ser el dolor una bendición? El dolor físico nos advierte que hay algo mal en el cuerpo que necesita ser remediado para no morir, el sufrimiento nos advierte que hay algo mal en el corazón.

 Al final del libro de Job, él expresa lo siguiente: "He sabido de Ti solo de oídas, pero ahora mis ojos te ven." Job 42:5. Timothy Keller (Caminando con Dios a través del dolor y sufrimiento), escribió: "Una de las principales formas en que pasamos del conocimiento abstracto sobre Dios a un encuentro personal con él como una realidad viva es a través del horno de la aflicción".

 Job reconoce que su proceso de sufrimiento le llevó a algo mejor y mayor: conocer a Dios. En la Biblia conocer no es sólo información, sino relación. Job ahora ama y se sabe amado por Dios. Ese es el propósito del tu sufrimiento. Esto no implica que no duela, pero sí que el sufrimiento no te destruirá. Victor Frank, psicologo judío que vivió la atroz experiencia de un campo de concentración Nazi (El hombre en busca de sentido) dijo: "Quién conoce el porqué de su existencia, podrá soportar casi cualquier cómo”. Dios permite el sufrimiento para darnos esa razón que puede sostener en plenitud nuestra existencia, aún en el peor sufrimiento.

 3. EL LÍMITE DEL SUFRIMIENTO

12 Entonces el Señor dijo a Satanás: «Todo lo que él tiene está en tu poder; pero no extiendas tu mano sobre él». Y Satanás salió de la presencia del Señor. Job 1:12

 Cuando nos dolemos perdemos esperanza, y sentimos que el hoyo en el que nos hundimos no tiene final. ¿Tiene el sufrimiento un límite? Si, el límite es Jesús. Job y Jesús son paralelos en varios aspectos: ambos eran justos, ambos eran inocentes, y ambos eran sufrientes, pero en el punto en el que se diferencian es en éste verso: Dios le dice a Satanás: "no extiendas tu mano sobre él".  Mientras que la vida de Job fue preservada, la de Jesús no. Job no es salvo, bendecido, o amado por soportar el dolor, sino porque Jesús tomó su verdadero sufrimiento.

 Como cristiano no tenemos fe en nuestro sufrimiento: "si aguanto, Dios me recompenzará". Creemos que el verdadero sufrimiento que merecíamos lo tomó alguien más: Jesús. Esta es la mayor historia de amor sacrificial. viéndonos torpes y perdidos, dignos de desprecio, rechazo y desamor, Él nos aceptó. Para aceptarnos, él asumió el verdadero rechazo que merecíamos. Para amarnos, él tomó la verdadera indiferencia de la que éramos dignos. Para darnos felicidad, él tomó nuestra verdadera ansiedad. Para que pertenezcamos, él tomó nuestra verdadera enfermedad. Y para darnos una vida que perdura aún después de la muerte, él tomó nuestra verdadera enfermedad y agonía. Jesús es el límite de nuestro sufrimiento porque por Él, no pasaremos todo lo que merecíamos, ni tendremos dolor eternamente. El sufrimiento tiene fecha de caducidad, y no puede destruirte: sea rechazo, escasez, traición, o enfermedad, eso pasará.

 Apocalipsis 21:2-4 dice: "2 Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido. 3 Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. 4 Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir»".

 Aún más, nuestra identidad presente no está definida por el sufrimiento. ¿Qué significa esto? Que aunque estemos enfermos, solos, o llenos de ansiedades, mi valor no lo determina ninguna de éstas cosas. El sufrimiento es una circunstancia de nuestra vida, no una definición de tu valor o identidad. Así como un hijo jugando en el lodo se ensucia, lastima, o rompe su ropa, no deja de ser hijo, nuestra identidad como "hijos amados" sigue intacta por el sufrimiento que atravesamos. Pablo dijo (Romanos 8:37-39):

 "37 Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, 39 ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor."

 CONCLUSIÓN

Como mencioné al inicio, una de las objeciones al cristianismo se encuentra en el problema del sufrimiento: "Si Dios es bueno y todopoderoso, ¿por qué existe el mal? Si el mal existe Dios puede ser bueno, pero no todopoderoso. O peor aún, sí es todopoderoso pero no es bueno, sino un dios muy cruel".  ¿Qué decimos los creyentes ante esto? Como cristianos entendemos que el dolor y sufrimiento causado por el mal no son un sinsentido, sino una expresión del amor del Padre que desea sanarnos de nuestra maldad, que ninguna injusticia quedará impune, y no pueden destruirnos porque Jesús es el escudo que rodea nuestra vida.

En la narración del libro de Daniel, el rey Nabucodonosor erige una estatua de sí mismo para ser adorada. Cuando se entera que Daniel y sus dos amigos no se inclinan ante él, el rey ordena que sean metidos en un horno en llamas. Cuando esto sucede, algo extraordinario acontece (Daniel 3:24-25):

“En ese momento Nabucodonosor se puso de pie, y sorprendido les preguntó a sus consejeros:

—¿Acaso no eran tres los hombres que atamos y arrojamos al fuego?

—Así es, Su Majestad —le respondieron.

—¡Pues miren! —exclamó—. Allí en el fuego veo a cuatro hombres, sin ataduras y sin daño alguno, ¡y el cuarto tiene la apariencia de un dios!”

¿Quién era este cuarto con apariencia de un dios? Los estudiosos apuntan que era una teofanía, la manifestación de Cristo antes de su encarnación. Esto significa que cuando atravesamos por el horno en llamas, no lo hacemos solos, vamos acompañados de Aquel que nos ama y no permitirá nuestra destrucción. Por eso, oramos “Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado […]” (Salmo 23:4).

SOBRE EL FUTURO

¿Qué va a suceder el día de mañana? No lo sabemos con certeza. Tal vez por eso nos llenamos de ansiedad, insomnio, y buscamos alivio en distractores como el entretenimiento o la  compañía. Sin embargo, no es posible tener mucha paz evadiendo la incertidumbre sobre el futuro como estrategia principal, por eso he notado dos actitudes ante este problema: construir y fluir.  

La primera consiste en asumir una postura osada y de control para construir tu propio futuro y ser dueño de tu destino.  Tomar la vida y circunstancias en tus manos para modelarlas conforme a tus necesidades y deseos. Para esto deberás esforzarte, trabajar, ser valiente y enfrentar tus miedos, esperando que todo resulte como lo planeado.

La segunda se trata de enfrentar la vida desde una postura menos agresiva y osada, consiste más en recibir lo que la vida te dé con una actitud de aceptación mientras   tratas de sacar lo mejor de cada día. Es un intento de estar en paz con el universo y aceptar la voluntad del cosmos. 

Tanto construir como fluir contienen parte de la verdad, por lo que pueden ser parcialmente de inspiración y efectivas.  Sin embargo, ambas fallan. 

Por un lado, la actitud de construir descansa en la capacidad humana, y parece fallar en reconocer dos cosas: primero, que nuestra capacidad tiene un límite; y segundo, el futuro es más complejo e involucra aspectos fuera de nuestra capacidad. Ejemplo de esto es la presente crisis mundial que ha afectado la salud, economía, familia, relaciones, y vida emocional, todo esto más allá de nuestros esfuerzos.

Por el otro, la estrategia de fluir con el universo confía en la voluntad de lo fortuito (una contradicción en sí misma).  Tener paz con los eventos del mundo de esta manera es aceptar lo inaceptable: muerte, caos, enfermedad, crisis, e injusticias. Si pensamos en fluir con una crisis mundial que repercutirá de manera trágica en la vida de millones de personas, tendremos que renunciar a valorar la vida y el bienestar humano.

La verdad es que, como muchas ideas incongruentes e insostenibles, tanto el construir como el fluir no pueden llevarse a la práctica plenamente, y el resultado será el mismo: ansiedad, insomnio, y nueva búsqueda de distractores. Pareciera que así, el ser humano esta destinado sufrir la incertidumbre del futuro cíclicamente sin poder avanzar ni progresar.

¿Hay alguna alternativa? Sí. El cristianismo propone una alternativa. Sin embargo, "cristianismo" es una palabra tan cargada de ideas sobre practicas castrantes o un sentimentalismo religioso ingenuo, muchas veces justamente merecido, que es necesario diferenciar el cristianismo bíblico de algunas de sus distorsiones.

Cuando hablamos de cristianismo, no nos referimos a las prácticas religiosas castrantes e hipócritas. Éstas son aquellas que pretenden aparentar una piedad pero en la vida diaria están llenas odio y rencor. Esta actitud de religiosidad no es el cristianismo, sino una alabanza y adoración a piedad propia que resulta en aires de superioridad ante los demás (y ocultamente ante Dios mismo). Una persona religiosa voltea a ver al futuro refugiándose en sus buenas obras: "como soy una buena persona, me irá bien". En pocas palabras, soborna a Dios para controlar el futuro.

Al hablar de cristianismo tampoco nos referimos a sentimentalismo religioso ingenuo. Éste es aquel que sigue a falso predicadores que hablan de prosperidad y bienestar. Para ellos Dios desea lo mejor en esta vida para ti, y si no lo tienes es porque has fallado en creerlo, declararlo, y decretarlo. Estos movimientos son conducidos por personas que obtienen riqueza abundante a costa de sus seguidores con la promesa de ver regresar sus ofrendas multiplicadas.  Una persona bajo estas ideas verá al futuro con un optimismo ingenuo, sin fundamento y poco realista. En pocas palabras, enfrenta el futuro atribuyéndole a Dios promesas que no han sido hechas.

Tanto las prácticas religiosas castrantes e hipócritas como el sentimentalismo religioso ingenuo no representan fielmente al cristianismo bíblico y en última instancia fallan.  Ambos fallan porque se sostienen de una mentira: no sufriré en esta vida. El resultado es que ante lo inevitable del dolor, en un mundo como el nuestro, la religiosidad castrante o el sentimentalismo religioso fracasan en sostener la vida de cualquier individuo.

Entonces, ¿cuál es la alternativa del cristianismo bíblico? El futuro tiene un Amo poderoso, justo y misericordioso, en quien podemos colocar nuestra esperanza sobre el futuro.

Santiago 4:15 (NBLA) dice lo siguiente:

"Más bien, debieran decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello."

En primer lugar, Dios nos llama a reconocerlo como la autoridad y dueño del mañana. La Palabra "Señor" tiene una connotación de autoridad. Ni tú ni yo sabemos que sucederá el futuro, pero Él si sabe. Además, no sólo sabe qué eventos vendrán sino que está en control de ellos. Se hace lo que el quiere, su voluntad es ejercida soberanamente. El futuro no está en las manos de políticos, empresarios, ni en las tuyas o las mías. Está en manos de Dios. Pero, ¿quién es este Dios de la Biblia? Él es el creador que decidió compartir su gloria con nosotros haciendo un universo abundante en bondad (Génesis 1). Él es el juez que juzgará a cada ser humano conforme a su justicia y santidad por haber corrompido su creación (Génesis 3). Él es el glorioso Salvador que ha amado inmerecidamente a grandes pescadores para adoptarlos y darles una herencia gloriosa (Efesios 2). Él es el Rey del universo que volverá para redimir al universo, ejercer juicio eterno, y glorificar a sus hijos adoptados inmerecidamente (Apocalipsis 21). Él es el Amo del mañana.

En segundo lugar, el cristiano es un pecador que es amado sin mérito propio. Es alguien que ha sido adoptado por el dueño del mañana. Esto resulta en la certeza de saber que vivimos con la certeza que su voluntad es hecha en nuestras vidas. Nuestra vida está en las manos de aquel que es justo y misericordioso. De esta manera, ante circunstancias favorables o desfavorables agradecemos sabiendo que hemos recibido la certeza de un futuro eterno glorioso e inmerecido, además de un futuro temporal más favorable de lo que realmente merecemos y que toda injusticia será corregida. Entonces podemos pensar en el futuro con humildad sincera y colocarla, con paz y gratitud, en las mamos de aquel que nos ama. Somos laboriosos y sabios en planeación descansando en última instancia en que todo está bajo su control, al mismo tiempo que aceptamos con gratitud y confianza los eventos que enfrentamos diariamente. No chantajearnos a Dios para que haga nuestra voluntad, ni abrazamos falsa promesas de una prosperidad inmediata. Reconocemos al Dios del mañana, trabajamos y descansamos en su soberanía y misericordia. Por esto decimos: "Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello."